21 de septiembre de 2009

Que destruye más, la influenza o la influencia.


Colaboración de: Antonieta B de De Hoyos.........Septiembre 15/09

Estamos como diría Vicente Fox, “apanicados” con tanta información y desinformación relacionada con la forzada aplicación de una vacuna anti virus A-H1-N1.

La falta de ética profesional, el monopolio mundial de fármacos, la comercialización desvergonzada de los poderosos, la ignorancia masificada y la persistente publicidad; han provocado en la gente un estado de ánimo depresivo, alarmante y paralizador.

Lo sorprendente es que al mismo tiempo por el internet, un grupo de médicos especialistas y periodistas de prestigio, dan a conocer el resultado de una exhaustiva investigación en torno a un negocio multimillonario en Euros, pactado entre una firma de laboratorios reconocida mundialmente y mandatarios pertenecientes al “Grupo de los Ocho”. El trato: diseminar virus en diferentes partes del globo terráqueo y propagarlo hasta convertirlo en supuesta pandemia que se cura solo con la inoculación en venta. ¿Marcará esta ruin acción la continuidad de la temida guerra bacteriológica?

Aunque a decir verdad, lo que esta deshonesta actitud destruye no se deriva del costo de las vacunas ni siquiera del engaño, sino del pánico generalizado en el diario vivir de la gente, en el dolor que provoca la impotencia, el saberse impedido para comprarla y visualizar como efectiva, la propia muerte y la de los seres más queridos.

Por eso es imprescindible recordar que Dios en su infinita sabiduría, colocó un perfecto sistema inmunológico en cada cuerpo creado, sin éste, el ser humano no hubiera trascendido, ni permanecido sobre la Tierra miles de años, y en la época actual, con las cinco décadas de tremenda contaminación ambiental generada por la voracidad industrial, menos.

Pero lo importante es reconocer que parte de la solución está en nosotros. Por ejemplo: podemos revalorar la existencia, poner de nuevo en primer plano la salud, la sana alimentación, el ejercicio, la limpieza personal y de la vivienda. Si queremos también podemos dejar de: ingerir sustancias tóxicas, viajar a lugares de alto riesgo, acudir a sitios insalubres, convivir con indeseables, compartir intimidad con desconocidos. Esto en cuanto a la salud del cuerpo, pero no menospreciemos la salud del alma. A partir de hoy hagamos un esfuerzo y dejemos de lado la angustia, la envidia, la ambición desmedida, la traición, el despilfarro, el odio, la venganza. La energía negativa debilita el espíritu, reduce las defensas naturales, dando paso a virus y bacterias que por insignificantes que parezca, aniquilan.

No hay mejor vacuna que la fe. Confiar cada día y cada noche a la Divina Providencia, con la misma convicción como lo hacían nuestros padres y abuelos. Recibir con serenidad lo que venga, sabiendo que llega con la anuencia divina, nos evita sufrir por anticipado.

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