25 de abril de 2012

La dieta política


Por: Ramón de la Peña Manrique

A propósito de los recientes artículos que he publicado, un ex alumno me escribe que está de acuerdo con mis mensajes: no es comprensible que aceptemos que la dieta intelectual de nuestros jóvenes esté cargada de cadáveres, adrenalina y emociones encontradas, y que para tener una mente sana hay que alimentarla con pensamientos positivos e impedir que los negativos se alojen en ella.

Mi ex alumno continúa: ¿qué ocurre con toda esa información chatarra que nos están recetando las comisiones estatales electorales, el IFE, los spots publicitarios de los partidos políticos, los gobiernos municipales, estatales y federal?

Sería una excelente dieta mental si suspendieran, o no tomáramos en cuenta, ese flujo de spots publicitarios que nos molestan como la plaga de zancudos mencionada en uno de mis artículos, concluye mi ex alumno.

Efectivamente, me dije, necesitamos una dieta política reequilibrante, pues la plaga de zancudos informativos nos puede conducir a perder la capacidad reflexiva para evaluar a los candidatos y sus programas.

Para iniciar la dieta política podemos seguir la dieta mental propuesta por Emmet Fox en su libro "The Seven Day Mental Diet" evitando o matando los zancudos informativos inútiles, innecesarios y molestos.

Pero, por otro lado, después de la dieta mental de siete días debemos aprender a analizar, discernir, eliminar y aprobar o reprobar los mensajes que continuamente vamos a recibir de candidatos y partidos durante los próximos meses.

Podemos usar para esta evaluación la prueba cuádruple de los Rotarios: de lo que se piensa, se dice o se hace, ¿es la verdad?, ¿es equitativo para todos los interesados?, ¿creará buena voluntad y mejores amistades?, ¿será beneficioso para todos los interesados?

También podemos seguir el proceso que destaca el gurú y místico indio Osho en su libro "Cambio. Cómo Convertir una Crisis en una Oportunidad" para evaluar a los y las candidatas a algún puesto de elección popular.

Primero preguntarnos si lo que proponen es una reforma, una revolución o una rebelión. No se asuste, estimado lector, Osho no está proponiendo una nueva revolución como la de 1910.

Osho usa como ejemplo de las tres propuestas el arreglo de una casa: la reforma no demanda demasiado, engalana tu puerta de entrada, te dice, pero puedes dejar que el resto de la casa siga estando sucia.

La revolución es algo más profunda, pero sólo un poco: cambia tu sala para que puedas invitar a la gente a sentarse ahí, pero no vayas más allá, la cocina está sucia y mugrienta y mejor ni hablar del baño.

La rebelión se inicia arreglando primero el cuarto de triques, los baños, las recámaras, la sala, el comedor, la cocina para terminar finalmente con la fachada y la puerta. Sólo entonces tendremos un excelente País.

Para mí, en la casa educativa tenemos un cuarto de triques con más de 35 millones de mexicanos, mayores de 15 años, que, sin estar en la escuela, no tienen la educación básica terminada y que ganan entre uno y dos salarios mínimos.

La reforma en este caso implica generar nuevos compromisos como la obligatoriedad del bachillerato; la revolución implica apoyar a las universidades y a los centros de investigación, pero la rebelión debería de iniciarse atendiendo primero el cuarto de triques y los problemas profundos de nuestro sistema educativo para después arreglar lo demás.

Podemos finalmente seguir la recomendación de un grupo de amigos que apoyan el Hospital Metropolitano, quienes nos proponen evaluar mediante los siguientes factores a los candidatos: ¿tienen experiencia?, ¿tienen carácter firme?, ¿han demostrado que saben solucionar problemas?, ¿son honestos?, ¿han sido congruentes entre lo que dicen y lo que hacen?

Recuerde, estimado lector, que no tiene la culpa el candidato, sino el que lo hace compadre. Y no sólo el que lo hace compadre, me dice mi correctora de estilo, sino todos los que votamos por él por las razones equivocadas (por guapo, elocuente o joven) y más culpables aún son aquellos que no votan.

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