24 de octubre de 2011

¿Le entramos al compromiso?


Por: Antonieta B. de De Hoyos

Nos asusta lo que pasó, lo que ya había pasado y lo que seguirá pasando. Sabemos que es una época difícil, que los actos de terrorismo son un mal  a nivel mundial, que la delincuencia “bien organizada” le está ganando espacio a la buena sociedad y al buen gobierno, en el preciso momento en que ambos se encuentran muy desorganizados.

Lo triste de este evento, es que conociendo la forma de contrarrestar estas angustias que en ocasiones llevan a la desmoralización  individual y  colectiva; no hagamos nada. Estas actividades ilícitas han borrado las diferencias sociales, económicas, intelectuales, de raza y de credo; ahora todos en cualquier lugar por remoto o seguro que parezca, estamos expuestos a esta clase de abusos. No hay forma de parar, la violencia se ha colado hasta los hogares, escuelas y lugares de trabajo, al grado de convertirse en un mal común que debemos tolerar, queramos o no.

Llegó el momento de  mirar al cielo y hacia el interior de la persona, es tan imperante este cambio que a través del internet se  invita a la gente a rezar  en familia, en el templo, en la oficina, donde te encuentres, lo importante es que la esperanza florezca y con ella, la seguridad de que estas súplicas serán escuchadas.  
El 27 de este mes darán inicio los tradicionales 46 rosarios a la “Santísima Virgen de Guadalupe” y será en su Santuario donde se rezarán a las cinco de la tarde. No hay excusa, pues de no poder  acudir al templo, puede hacerse en casa con familiares y amigos.

Rezar implica serenidad, alejamiento de todo ruido, concentración en las frases, oraciones y jaculatorias que se van pronunciando, así como repasar sin prisas los acontecimientos en la vida de Jesús y María. Es obligatorio profundizar y fijar en la mente un suceso especial o una actitud por ejemplo, cuando en la Anunciación María dijo: “Hágase en mi según tu palabra”.  Practicar la meditación durante cuarenta y seis días, acerca a la persona a Cristo por María..., se une a Él.

Otro requisito disciplinar la atención porque es muy fácil distraerse, para ello se puede usar  una imagen o, una estampa del misterio que se reza y hacer una relación entre éste, nuestra vida diaria y la realidad. El Espíritu Santo ilumina al devoto para comprender ciertos aspectos en su vida, lo mueve a la súplica por otras personas y por las necesidades del mundo, despierta en él la generosidad y el agradecimiento adormecidos. Si agregamos unos minutos de completo silencio después de enunciar el misterio, viviremos con mayor pasión este milagroso rezo.


Hoy más que nunca urge fortalecer el espíritu, controlar la mente y hacer cosas buenas sin importar edad ni sexo; apremia disipar ese miedo al compromiso que paraliza, retomar la seguridad en sí mismos y acrecentar la fe. Instruir en el amor y el respeto al prójimo, da la libertad necesaria para cumplir la misión encomendada: “Vayan y proclamen el Evangelio”.

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