24 de julio de 2010

El poder de la palabra y del silencio.


Por: Antonieta B. de De Hoyos

Buscando un tema para mi programa semanal, encontré algo que llamó poderosamente mi atención; eran varios artículos en donde se hace mención al gran poder que poseen la palabra y el silencio. Con las palabras podemos acariciar o herir, ser bálsamo o veneno, alentar o deprimir. Escritas o habladas las palabras poseen una fuerza espiritual extraordinaria, esencia que destruimos en el momento mismo que las utilizamos con fines egoístas, ambiciosos y de desamor.

Nuestro Señor Jesucristo hizo uso de la palabra cuando increpó a las aguas a calmarse, a las enfermedades a alejarse, a la muerte a abandonar a Lázaro. La palabra en la oración, unida a la fe, nos muestra una realidad comprensible, sanadora. Por fortuna existen personas privilegiadas con el don de la palabra, ellas saben aplicar la palabra correcta para alentar y para tomar decisiones nunca antes pensadas. La fe de la gente en sus oraciones en cadena, produce mejoría de manera inexplicable para la ciencia, en pacientes graves o desahuciados. La palabra actúa sobre la voluntad de quien la escucha, llegando incluso a dominar; por eso debemos estar muy alertas con lo que nos dicen en los medios de comunicación como la televisión, la radio, la prensa, el internet, las telenovelas, los personajes de la farándula y la publicidad.

Después de la palabra el silencio es el segundo poder que Dios otorga al mundo. ¿Pero, cómo vivimos las personas en la actualidad?, desafortunadamente habituadas al ruido, a las imágenes, limitados por los sentidos y la frivolidad que nos brinda la televisión, las discotecas, los macro- conciertos, los escandalosos fines de semana, los reproductores de música portátiles, las fiestas en los pueblos y ciudades en las que predomina el ruido, la masificación y la vulgaridad. La televisión y la radio con sus programas banales, violentos, ensordecedores, atrapan a quien se deje. Sus mensajes fuertes que tienen como finalidad marcar los pensamientos, la moral y la forma de vivir de los oyentes, devaluando normas, principios y valores, reduciendo al máximo la capacidad de reflexión, de decisión y libertad, obstruyendo y silenciando la vida interior al coartar el pensamiento, la conciencia y la voluntad, impidiendo a toda costa que la gente conozca el gozo del silencio. Para contrarrestar el ruido debemos conocer y practicar la cultura del silencio que conduce con sutileza a la reflexión, al amor por la creación, a la afición por la lectura, la escritura y el deporte; a la vida en familia, a ejercer la meditación y a vivir con plenitud nuestra vida interior. Lo realmente importante y trascendente se encuentra en el silencio, es ahí donde el hombre y la mujer deciden hacer el bien y evitar el mal, conocer la diferencia entre materia y espíritu, amor y odio. No existe mejor amigo que el silencio, solo él sabe guardar nuestros secretos pero, también es uno de los mejores amigos de la sabiduría e inteligencia.

En oriente a la práctica del silencio se le conoce como “mauni”, todos los días alrededor del mundo, miles de monjes católicos, taoístas, zen, tibetanos, yogas y políticos ingresan a una “cura de silencio”. Para los niños es una excelente disciplina, en su rabieta explotan y liberan su parte instintiva, después viene el silencio que les serena. Cuando existen peleas entre parejas, es en el silencio cuando afloran sus fantasmas, sus contradicciones, odios, venganzas, hasta que se hace la luz y llega la paz. El silencio tiene el poder de equilibrar las aguas, de reconciliar, de sacar excesos y mejorar defectos. La nueva humanidad deberá ser mas amiga del silencio, ya llegamos al máximo de ruido, hablamos todos al mismo tiempo, nadie escucha a nadie, ni siquiera la Palabra de Dios. No estaría de más iniciarnos en la práctica de mauni, comenzando por guardar unos minutos de silencio en el hogar, apagando televisores, radio, celulares, computadoras, cerrar los ojos al mundo, y ver hacia nuestro interior, de seguro nos asombraremos de todo lo bello que hemos dejado de escuchar.

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