25 de enero de 2010

Es de sabios el cambiar de opinión.

Por: Antonieta B. de De Hoyos

No soy feminista pero si femenina, lo que significa que no intento equipararme al varón, mas no por ello dejan de inspirarme respeto. Al entablar las diferencias me complace reconocer las cualidades intrínsecas de las mujeres por ejemplo: su enorme capacidad para organizar y sacar adelante de cualquier situación por adversa que sea, a sus hijos y en no pocas ocasiones hasta al propio marido. Enorgullecerme de su inteligencia, su fortaleza física y su poderío espiritual, de su habilidad para ocuparse de varias tareas a la vez, su disponibilidad a aprender y aceptar sin enojo sus limitaciones. Tengo la fortuna de conocer un buen número de mujeres en los diferentes niveles sociales, empleos y profesiones, que no se quebraron ante crisis inesperadas, por el contrario supieron sacarle provecho y salir de ellas favorecidas.

¿Por qué hago referencia a ellas en este artículo? Porque estoy segura de que si en este momento fuéramos gobernados por mujeres, jamás habrían autorizado semejante despilfarrado del erario en adornos citadinos, remodelación y construcción de edificios y plazas públicas poco o casi nada apremiantes.

Recuerdo a mi madre guardando en los tiempos de auge para resistir y superar los tiempos difíciles. Ella y mi nana Elena parecían hormiguitas; reparaban, reciclaban, reusaban, nada se desperdiciaba y si he de ser sincera aun hoy que hago memoria, no me explico cómo lo lograban, porque en casa los hijos nunca supimos de carencias, pero tampoco se nos permitió el derroche.

Ahora como madre y abuela ecologista, conocedora de lo que sucede en el planeta, de los cambios climáticos, de los desastres provocados por fenómenos naturales inesperados de una magnitud nunca imaginada, enterada de la hambruna mundial y de la presente escasez de agua potable, de las enfermedades convertidas en epidemias y de muchas otras circunstancias desfavorables, considero que el ahorrar en lo material y fortalecer en lo espiritual, ya no es una opción sino un nuevo patrón de conducta personal y colectiva obligatorio.

Es impostergable que todas las familias disminuyamos gastos y jerarquicemos los que se deben hacer, que protejamos las casas y les demos mantenimiento, que involucremos a todos los miembros de la familia en las tareas domesticas, que luchemos por la armonía hogareña, que se ejercite el orden y se deje atrás el ocio inútil, es hora de trabajar hombro con hombro pero con verdadero entusiasmo sin renegar y mucho menos maldecir. Comprender que la casa, la ciudad, el país y el planeta están bajo la responsabilidad personal y comunitaria, pero sobre aceptar que el uso por el desuso ahora no funciona.

Pensé en lo anterior después de ver como se ha invertido en las últimas semanas -y se seguirá invirtiendo de acuerdo a lo que se divulga- el dinero del erario municipal y estatal con el afán de embellecer algunos sectores. Remozar edificios, construir otros, plantar pinos y palmas, cimentar camellones en vialidades etc. ha sido una decisión poco acertada al dejarse de lado lo importante y urgente por lo estético. Colonias marginadas, sin alumbrado público, bacheo, vigilancia… y en las céntricas sin drenaje pluvial ni sanitario, a merced de la lluvia que por escasa que sea provoca el brote de alcantarillas contaminando el ambiente con su fétido olor y capa de excremento, quedando en riesgo de sufrir enfermedades infecciosas en la piel, ojos y vías respiratorias de los mismos vecinos y los transeúntes. Por eso digo, es de gente sabia el cambiar de opinión, creo que aún estamos a tiempo.

No hay comentarios: