23 de diciembre de 2013

¡Claro que si! ¡Feliz año nuevo!

Por: Antonieta B. de De Hoyos


Estamos a unos días de que concluya este año y si Dios nos lo permite, recibiremos con placer al que llega. Pero antes de alzar la copa y de comer las uvas, no estaría de más hacer un recuento rápido, de los sucesos vividos en los trescientos sesenta y cinco días transcurridos. Inundaciones, robos a domicilio, accidentes caseros y automovilísticos, asaltos, homicidios, incendios, el fallecimiento de seres queridos y muchas desdichas más que oscurecieron por completo nuestro existir, deseando en ocasiones mejor morir.


Todas estas  experiencias, algunas de ellas bastante dolorosas, las consideramos en su momento imposibles de superar, pero ahora a la distancia, el dolor ha amainado y con la gracia divina hemos resurgido de la nada, con mayor esplendor como el Ave Fénix.


Lo bueno es que también tuvimos tiempos intensamente felices, como: reconciliaciones, nacimientos, bodas, visitasde familiares y amigos, empleos bien remunerados, alimentos, ropa, diversiones, alivio de enfermedades, elregreso del ausente y hasta uno que otro lujo.


Pero lo primordial es recuperar la paz interior, para ello necesitamos aceptar que cada experiencia trae consigo una lección enriquecedora; a veces, cuanto más aguda la prueba,más grande la bendición, basta con aquietar el alma para apreciar el milagro.  


A lo mejor estos periodos de angustia son indispensables para que detengamos el rápido andar, para dominar el exagerado deseo por las cosas materiales; pausa que nos obliga a elevar la vista al cielo en busca del Creador.    


Hablar con Dios, llorar desconsoladamente en su regazo en los momentos cruciales, es una experiencia religiosa inenarrable que no cualquiera puede gozar, porque para vivirla  se debe tocar fondo, sufrir el dolor de un corazón desgarrado y reconocer con humildad la pequeñez y fragilidad de la condición humana.


Es precisamente en este arrobamiento, cuando sentimos el calor de sus manos sobre nuestra  cabeza y escuchamos su compasiva voz repitiéndonos…! No estás solo! ¡No estás sola! ¡Recuerda que yo estaré contigo hasta el final de los tiempos!


Por eso, si tenemos la dicha de ver nacer el nuevo año, será porque hemos sido elegidos para continuar con redoblado entusiasmo la misión encomendada, oportunidad que podemos aprovechar para reflexionar y retomar el camino, si es que lo hubiéramos perdido.


Un magnifico propósito como cristianos, sería profesar por convicción las virtudes teologales: aumentar nuestra fe, alentar nuestra esperanza y practicar la caridad, compartiendo todas las bendiciones recibidas con los que sufren mucho más que nosotros.

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