21 de marzo de 2013

La Riqueza de la religiosidad popular


Por: Antonieta B. De De Hoyos

En el texto del Evangelio (Lucas 13,1-9) en la tercera plática cuaresmal, se recuerda el pasaje de la higuera que no da frutos, y cómo el viñador intercede por ella, se compromete y dice al Señor que la va a cuidar y abonar para que dé frutos.

Al principio no comprendía la esencia de este mensaje, no lograba aterrizarlo en el aspecto humano. Tenía que comprenderlo para poder comunicarlo al auditorio y a mis lectores, para ello busqué a mi guía espiritual, el Padre Carlos Aguilera que en tres frases me aclaró las dudas.

Al ejemplificar con la higuera, se deja entender que era un árbol frondoso, con bello ramaje y hojas verdes que ofrecía buena sombra, más no daba el fruto que Dios le había encomendado. Muchas personas en su diario vivir alcanzan éxitos personales, pero no dan fruto, no se ocupan de servir a sus semejantes, ni a Dios.

Celebrar la fe es manifestarla, comunicarla, compartirla, hacer sentir a los demás que Dios está siempre contigo, en las buenas y en las malas situaciones. Nosotros como creyentes, debemos comprometernos a compartir nuestros conocimientos y abonar nuestra fe con actos que la hagan crecer, orando de manera personal o comunitaria, cantando, alabando, rezando, asistiendo a misa, comulgando, realizando actos piadosos.

Podemos también invitar a otros a rezar una novena, a acudir al templo los viernes de cuaresma para rezar el viacrucis, organizar el rezo del santo rosario en familia o en el barrio, formar o ser parte de grupos de lectura bíblica. Con estas actividades fortificamos nuestra fe y al compartirla vamos dando fruto. La fe debemos celebrarla durante todo el año, cada día.

Lo fundamental es que no nos de pena que nos encuentren los hijos o los nietos rezando, o que se enteren los vecinos que vamos a misa, o que nos vean seguir los ritos de Semana Santa, o que bendecimos los alimentos. Todo lo contrario, dejemos que vean en nuestro rostro la felicidad que nos embarga, cuando celebramos nuestra fe.

Igualmente debemos sentirnos felices y muy respetuosos, cuando recibimos o acompañamos a recibir alguno de los Sacramentos como el bautismo, confirmación, eucaristía, reconciliación, unción de los enfermos y orden sacerdotal, porque con las señales sensibles y eficaces de la gracia de Dios a través del Espíritu Santo, también abonamos nuestra fe.

Los mexicanos tenemos en nuestra religiosidad una inmensa riqueza, que nos permite superar adversidades y disfrutar al máximo las alegrías. En este tiempo de cuaresma vivamos con intensidad esa fe que se nos dio como una semilla o como una raíz, pero que tenemos la responsabilidad de cuidar, hacer crecer y dar fruto…, especialmente en nuestra familia.

No hay comentarios: