17 de julio de 2012

Mal Hechos!...

Por: Rosaura Barahona


¿Seremos los mexicanos mal hechos por herencia, por flojera o por genética? Cuando Carlos Salinas hizo creer a muchos que México estaba en el umbral del Primer Mundo, hubo quienes no sólo lo creyeron, sino lo celebraron.

Después de todo, les bastaba hacer tres cosas: cerrar los ojos a su propia realidad, desentenderse de los problemas sociales (a los cuales todos hemos contribuido) y descalificar a quienes no tuvieran su nivel de vida porque "las oportunidades ahí están y si no las toman es por pereza".

Las cosas no han cambiado mucho. Me corrijo, las cosas han cambiado, pero las actitudes de muchos de esos ciudadanos, no. Sus objetivos se centran en tener una vida más lujosa cada día, relacionarse con quien les convenga y presumir lo que tienen y, sobre todo, lo que no tienen.

El País está en efervescencia y sólo los tontos descuentan la situación actual con un "es culpa de Andrés Manuel; si él y sus seguidores aceptaran el triunfo de Peña todo volvería al orden".

¿No considera usted que la situación se volvió más compleja de entonces a hoy? Pregúntese por qué en Monterrey aumentó tanto el número de votos a favor de la izquierda si Nuevo León y, en particular, San Pedro (en donde viven quienes mueven el pandero) siempre ha sido un bastión del conservadurismo. Algo cambió dentro de muchos votantes y por algo fue.

Sin embargo, hoy no tocaré ese tema porque ha sido y está siendo discutido desde varias perspectivas y va a seguir así un buen rato.

Prefiero hablar de cómo no podemos ser primermundistas si seguimos haciendo las cosas al aventón porque, total, nadie se da cuenta y si se dan, las rehacemos. Eso tiene un costo altísimo para el País, aunque muchos no lo alcancen a ver.

Me tocó estar varios días en un congreso de educación en Cancún. Sé que al decir esto muchos lectores piensan en un reventón, pero quien conozca los congresos del Bachillerato Internacional sabrá que no es así. Hay un par de noches libres, pero el resto son días muy intensos.

En esta ocasión nos hospedamos y tuvimos todas las conferencias y talleres en un hotel gigantesco, en donde el servicio fue bueno, aunque el aire acondicionado estuvo siempre demasiado frío.

El día de nuestro regreso, el aeropuerto internacional de Cancún parecía central de autobuses pueblerina. Había mucha gente y la cola para pasar seguridad era enorme. Nadie nos dijo que había otras dos filas, cortísimas, al lado de la eterna y quienes las descubrimos fue por casualidad.

Adentro del aeropuerto, el caos controlaba los micrófonos y las puertas de embarque. "La salida del vuelo tal se cambió a la sala 11". La gente corría sólo para llegar allá y escuchar que había sido un error y deberían dirigirse a la sala 17, que resultó ser sólo una parada intermedia porque les faltaba recorrer la 8, 13 y 15, en donde finalmente abordaron su avión.

En los baños, algunos excusados tenían botes de basura atravesados encima con un letrerito escrito a mano: "Descompuesto". Al ser abiertas, las llaves del lavamanos temblaban y gruñían junto con el agua y el espejo. No había suficiente papel de baño ni de manos.

Los precios en las tienditas llegan al infinito y más allá. Una botellita de agua (de las más chicas) cuesta 46 pesos y un sándwich de jamón y queso, casi 100.

Nuestro vuelo, con una escala en el DF, estaba sobrevendido. Al llegar a la capital la lluvia había anegado la pista y vimos las fallas de construcción que tiene. ¿Por qué no podemos hacer las cosas bien?

Le ahorro la aventurita que siguió tras la cancelación de nuestro vuelo, pero si llevar a los pasajeros por su maleta e instalarlos en un hotel debió haber tomado 30 minutos, aquí fue casi el triple.

Los extranjeros afectados preguntaban por qué se había cancelado el vuelo; primero, nadie respondía y luego, les respondieron varias cosas diferentes.

Ahí me acordé de Salinas. ¿Cómo queremos ser primermundistas cuando ni siquiera los aeropuertos son decorosos y organizados? Si no podemos con eso, ¿cree que sacaremos adelante las reformas fiscales y laborales?

El actual despertar de los jóvenes mexicanos debe tener cosas positivas. Ojalá una de ellas sea aprender a hacer las cosas bien a la primera. ¡Cambiaríamos tanto!

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