1 de agosto de 2011

Urge que vuelva.

Por: Antonieta B. de De Hoyos

A todos, de una u otra forma nos afecta el ambiente político, social  y cultural que hoy vivimos en el Estado. Muchas familias obligadas por lo adverso de los acontecimientos, han tenido que cambiar su estilo de vida, otras están a la expectativa y las más prefieren, no desafiar la situación y esconden la cabeza como las avestruces.

Pensando estaba en esta nada agradable experiencia, cuando mi imaginación voló hasta la época en  que Jesucristo predicó. ¿Cómo era la sociedad en aquellos lejanos años? De inmediato lo investigué.

En los tiempos de Jesús, Palestina era un pueblo judío sometido al poder romano, que ejercía su dominio a través de un  procurador o gobernador. Eran estas autoridades romanas, las que exigían tributos personales y territoriales al César, además de aportaciones en especie para el mantenimiento de sus tropas de ocupación.

Este era el mundo judío-romano en el que vivieron también las primeras comunidades cristianas, por eso es indispensable conocer su forma de vida para comprender en su totalidad, la novedad de las enseñanzas de Jesús y las opciones y compromisos que él les proponía; su hiriente denuncia profética, el alcance de su anuncio, la llegada  del reino de Dios y su determinante frase: ¡corríjanse y tengan fe en esta buena noticia!
Jesús de Nazaret, afecta de un modo o de otro la vida de los palestinos; de sus instituciones, de los distintos grupos sociales, religiosos, culturales, y de la gran política siempre liada con la religión. Mueve conciencias.  Por eso, no obstante que  los Evangelios se escriben entre 35 y 60 años después de  la muerte y resurrección de Jesús, el ambiente tiene un nuevo universo conceptual y simbólico y unos modos de expresión, diferente al de nuestros días.

Jesús está en contra de las inmoralidades, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraudes, desenfrenos, que existían en ese tiempo en Palestina, no aprueba que los romanos opriman al pueblo judío, que les impongan cargas pesadas, despreciándoles y arrojándolos a la miseria, a la impotencia y la desesperanza. Maltrato y abuso que proviene de los mismos jefes religiosos-políticos de su pueblo que, según Jesús en lugar de sus pastores, son ladrones y bandidos asalariados. Jesús escucha los clamores de los marginados por la religión y sociedad de su pueblo y, opta por ellos aunque le cueste la vida.

La sociedad en la que hoy vivimos acoge a miles de personas marginadas o no, que claman alrededor del mundo por sus derechos, y exigen gobernantes incorruptos que les protejan de la depravación, sacerdotes santos que les señalen el buen camino, padres virtuosos que sean verdadero ejemplo de rectitud y maestros comprometidos con su vocación de enseñar. Hemos tocado fondo, todo se ha corrompido, ¿necesitamos que Jesús vuelva para redimirnos?  

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