7 de agosto de 2010

Noche de TV


Por: Dra. María del Carmen Maqueo Garza
Hace un par de días, y aún padeciendo el síndrome del nido vacío en su versión 2010, decidí al final de la jornada regalarme una noche de televisión. Al filo de las nueve de la noche acomodé mi cena junto a una humeante taza de café, bebida que planeaba disfrutar a esa hora, asunto que mi médico no hubiera aprobado en lo absoluto. Pero en fin, estaba yo dispuesta a explorar canales del sistema por cable; para mi beneplácito estaba por comenzar la versión cinematográfica de la novela “La Tregua”, considerada como la mejor obra de mi amado Mario Benedetti. Publicada en 1960 narra la vida rutinaria y gris de un empleado viudo a punto de jubilarse. Conociendo la trama de la obra escrita y el reparto que se anunció para la cinta, mis expectativas eran grandes.

Ambientada en su versión fílmica en el Puerto de Veracruz la cinta incluye a Gonzalo Vega en el papel de Martín Santomé, el empleado que está por jubilarse, viudo en la sexta década de la vida, quien tiene está a cargo de sus tres hijos, adultos jóvenes; cada uno de ellos con un secreto que la trama irá descubriendo poco a poco. En aquella oficina que ya no le representa mayores retos conoce a Laura Avellaneda, en la versión cinematográfica protagonizada por Adriana Fonseca, una joven de la edad de su propia hija Blanca. De la simpatía pasan a entablar una relación romántica que pronto progresa, y lleva a Martín a rentar un departamento en donde pueden ambos dar rienda suelta a su contenida sexualidad, desembocando en una serie de escenas eróticas que se antoja interminable. La belleza de los escenarios veracruzanos que incluyen el Faro, el Malecón, Café de la Parroquia y Los Portales queda superado por un desbordamiento de desnudos y escenas de sexo para mi gusto demasiado explícito, que lejos de enriquecer la obra la desvirtúan.

Con mucha pena para mi amado Benedetti quien a esa precisa hora estaría sorbiendo mate en alguna estrella platicando con Saramago el ateo quien también se fue al cielo en contra de su voluntad, llegó un momento en que me fastidió la película y opté por apagar el televisor. La cena ya se habría enfriado, o posiblemente encontré poco agradable la combinación de mi platillo con tan abierto erotismo, tanto que terminé por irme temprano a la cama.

Como no suelo rendirme antes de las once, para las cuatro treinta de la mañana ya había yo cubierto mi cuota, y en ese momento recordé que durante alguna reclusión por motivo de enfermedad tenía episodios de insomnio a esta precisa hora, momento cuando sintonizaba un canal para niños para ver alguna serie de aquellas de mi infancia. Esto mismo hice, y me topé con un divertidísimo capítulo de “Mi Bella Genio”, telecomedia filmada entre 1965 y 1970, protagonizada por Barbara Eden y Larry Hagman. La trama original trata de la versión femenina de Aladino oculta en una lámpara que cae en manos de un astronauta norteamericano quien a partir de ese momento vive una serie de desventuras cómicas que culminan a la vuelta de un montón de capítulos en la boda de la Genio y el Capitán. El capítulo que pude ver esta vez a las cuatro treinta de la madrugada inicia cuando ella le pregunta a él que qué quiere, y él contesta “un elefante”. Acto seguido aparece un elefante en medio de la sala, justo en el momento cuando toca la puerta el psiquiatra de la base; a partir de ese momento se van dando una serie de eventos por demás divertidos que culminan con que el psiquiatra quien comienza persiguiendo la supuesta locura del capitán, acaba pensando que él mismo ha enloquecido…

Me divertí como enana con este capítulo, y pensé que qué bendición es tener series como ésta en nuestro sistema de cable para goce de grandes y chicos. Para los padres interesados es cuestión de adoptar un sistema con los pequeños: Esto es, acostarlos antes de las nueve para evitar que entren en contacto con películas que se deslizan de lo erótico a lo pornográfico sin importar cuánto se alejen de la novela original. Asegurarse de que se duerman pronto, para así poder levantarlos a partir de las cuatro de la mañana para ver “Hechizada”, o cuatro treinta para ver “Mi Bella Genio”. Creo que a la vuelta de practicarlo, se convertirá en una sana costumbre de entretenimiento familiar.

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