21 de julio de 2009

La Devastación del San Rodrigo


Por: Carlos Manuel Valdés

El río San Rodrigo, municipio de Acuña, propició por milenios un ecosistema de extraordinaria diversidad. Podemos afirmarlo porque en sus alrededores los indígenas dejaron huellas que arqueólogos norteamericanos (Solveig Turpin y Herbert Eling) han fechado entre 8,000 años antes de Cristo y 1,500 después de él. Forma parte de todo un complejo prehistórico que conjunta estilos que engloban una buena parte del sur del actual Texas y del norte de Coahuila.


Desde que llegaron los primeros exploradores y misioneros, cuando fue bautizado con el nombre que todavía conserva, dejaron descripciones que ahora son conmovedoras. Había peces de muchas especies y de varios tamaños: nombraron dorados, matalotes, carpas y bagres tan grandes que una familia de cinco comía con un solo pez. Sabemos que el San Rodrigo tenía nutrias y castores, además de que atraía en invierno parvadas de guajolotes por los frutos y semillas que producían sus árboles: nogales, paloblancos, álamos, ahuehuetes y sobre todo encinos cuya bellota es uno de sus alimentos predilectos.

Dos militares recorrieron el San Rodrigo en el siglo XIX y dejaron descripciones muy interesantes sobre el hábitat. El coronel Emilio Langberg, de origen danés, describe en 1851, de manera precisa, lo que estaba viendo. Habla de pastizales, de árboles maderables, de las posibilidades del aprovechamiento de las aguas para la agricultura e incluso de su fauna; dice, por ejemplo, que algunos caballos fueron atacados por lobos. Y, acerca del San Rodrigo, advierte que sus aguas son fácilmente extraíbles. Escribe que el agua de este río es de color verde mientras que la del Bravo es gris y que al juntarse caminan mucho trecho sin revolverse, hasta que vence el Bravo: lo cual nos hacer ver que el caudal del San Rodrigo era abundante. El mayor Blas M. Flores también hace un informe muy acucioso de su viaje por los mismos lugares 30 años más tarde, por encargo del Gobierno Federal de Porfirio Díaz. Habla de los cuantiosos manantiales que dan su origen al San Rodrigo.

Más cerca de nosotros, el río San Rodrigo era un lugar de paseo donde la gente de Acuña y Piedras Negras acudía a liberarse del calor, a hacer días de campo o a pescar y comer los mismos peces que había probado fray Isidro Félix de Espinosa en 1740. El paisaje era idílico: nogales centenarios, sabinos gigantescos, sauces y fresnos que tal vez ya estaban cuando Langberg y Flores reposaron ahí sus fatigas. Todavía hace 10 años el lugar era un pequeño paraíso. Hoy en día el cauce del San Rodrigo es un eriazo. Cien generaciones lo habían disfrutado. Primero indios de muchas sociedades diferentes durante milenios, luego españoles, criollos y mestizos por 250 años (los militares antes mencionados hablan también de muchas familias de negros que vivían en toda esta región colindante con el Bravo) y, desde el siglo 19 y todo el 20, los coahuilenses de los municipios aledaños lo gozaron. Eso terminó. Los grandes árboles desaparecieron. Ya no corre el agua. Las pedreras han extraído miles de toneladas de arena, grava y piedra e introducido basura industrial y aceite quemado propiciando un daño irreversible ante los ojos de todos. Se desvanecieron los peces, las nutrias, los castores.

Sabemos que los mexicanos hemos ido acabando con los castores: lo hicieron los sonorenses en 1959 en su único río en que los había, el San Pedro (en Cananea). Nosotros, los coahuilenses somos testigos de piedra del trágico final del San Rodrigo, su flora y fauna. Unos cuantos se beneficiaron con su destrucción. ¿Dónde quedó Ecología (municipal, estatal y federal)?, ¿dónde Greene Peace? Por lo que pudimos ver cuando la empresa HEB destruyó la Nogalera centenaria de Saltillo los ecologistas gringos nada más se interesan en aquello que les luce, como el salvamento de ballenas que les da el estatuto de héroes (¿se ha fijado que tras Greene Peace siempre está una cámara?) ¿Podremos perdonarle a los gobernadores Enrique Martínez y Humberto Moreira la debacle de un río en un Estado semiárido? ¿Podrán algún día perdonarnos las generaciones siguientes que hayamos sido tan mediocres nosotros mismos, los ciudadanos coahuilenses?

Lo dudo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. Emn muchas cosas.

Pero POR FAVOR!!!! El río San Rodrigo está en ZARAGOZA y los zaragocenses estamos orgullosos de que sea NUESTRO RÍO. Muchos de nosotros queremos salvarlo.

Por favor, corrijan el dato. El Río San Rodrigo es de ZARAGOZA.

Anónimo dijo...

Y por cierto, la parte del río que está antes de la presa La Fragua todavía es rescatable. Y todavía hay mucho por salvar. Tu discurso fatalista vale para mover a la reflexión. Pero no todo está perdido. Aún hay cosas que podemos hacer. Queda mucha agua que todavía corre limpia. Quedan muchas alamedas y nocedales a la orilla del río que todavía están limpias. Queda mucha gente que todavía disfruta de bañarse en esas aguas claras. Queda todavía un río por salvar.

¿Por dónde empezamos? ¿Cómo nos organizamos? ¿Con quién tenemos qué empezar a platicar?

Anónimo dijo...

Y por cierto, si tienen el dato de cómo contactar a la ONG "Amigos del Río San Rodrigo", por fa, avísenme. Me urge contactarme con alguno de ellos.

Saludotes!

V. Javier Zacarías G. dijo...

Te prometo contactar al responsable del articulo y a una de los miembros del grupo para que hagan la correccion y se comuniquen a tu blog.... Saludos

Anónimo dijo...

Muchas gracias!! Saludos hasta aquella entrañable ciudad.