Por: Antonieta B. de De Hoyos
Con motivo de celebrarse el día del anciano en varios países y en México, me di a la tarea de buscar información al respecto y me encontré con una polémica inesperada.
Pues mientras la filosofía de la vida moderna exige a la persona: juventud, belleza, salud, bienestar físico y económico, competitividad, agresividad, saber médico, requisitos que obligan a tomar un nuevo rol y una imagen complicada, colocando a la ancianidad en el periodo más terrible de deterioro.
En esta sociedad del uso por el desuso nadie quiere envejecer, a pesar de saber que esta es una etapa de la vida que tendremos que experimentar si así lo dispone Dios.
He aquí la controversia: si nadie quiere llegar a viejo, ¿por qué la ciencia y los científicos perseveran tanto en encontrar la fórmula de la longevidad? El promedio de vida se ha incrementado notablemente, de cincuenta a setenta y cinco años, sin contar los millones que logran subsistir pasados los noventas.
Pero entonces, ¿Cuál es el objetivo de alargar la existencia? Será para incrementar la venta de artículos ymedicamentos, de tratamientos quirúrgicos, de lugares de retiro?
La geragogía es una nueva disciplina que prepara a la persona para envejecer con calidad, señalando las reglas que deben respetarse desde mucho antes que llegue el atardecer. El geragògo se ocupa de la higiene, fracturas de riesgo, alimentación, actividades físicas, pero sobre todo de fomentar propósitos de vida que permitan al adulto mayor, sentirse protagonista y no solo espectador al final de su existencia.
El anciano saludable, asume su pasado, su presente y sufuturo, olvida los errores y goza de los buenos recuerdos, evangeliza su memoria. Deja de mirar con recelo el espejo, acepta sus arrugas y lleva con donaire su bastón o pasamanos, no teme a la muerte pues en este tiempo de espera, su corazón está más cerca de Dios.
La vejez no es una etapa vacía, es una época de austeridad, de heroísmo, de santidad, tiempo de hacer el bien; donde a pesar de la decadencia física el espíritu se mantiene firme, lo sobrenatural embellece sus días. Quien vive su ancianidad al máximo y se enorgullece de ello, evita parecer lo que ya no se es.
Recibe como bienes divinos la sabiduría, la serenidad, la íntima seguridad, disfruta con enorme placer lo que la vida le ofrece.
Ningún bien nacido puede recordar a sus padres o parientes ya ancianos, sin conmoverse. Por eso cuando nos dejan sentimos una irreparable pérdida, la orfandad dueleaunque los sepamos en el cielo.
A veces demasiado tarde nos damos cuenta de que su presencia nos hacía mucho bien, que necesitamos sus bendiciones. Su rostro surcado por las arrugas de tantos sufrimientos, se convierte en la estrella que ilumina la noche de nuestra vida.
Pero podemos aprender desde jóvenes, esas maravillosaslecciones que orientan hacia la verdad, la belleza y la bondad de Dios, y obtener esa riqueza de espíritu que no disminuye cuando el vigor de la carne muere.
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