21 de agosto de 2013

Hay que aprender de nuevo a amar.

Por: Antonieta B. de De Hoyos


Si puedo decirle a alguien te amo, debo poder decir: amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mí mismo” (Erich Fromm) este pensamiento me recordó la palabra hindú namaste,  muy usada en yoga como saludo que significa: Dios en mi ve y honra al Dios en ti.- Lo divino en mi saluda a lo divino en ti.


Lo que me llevó a reflexionar sobre la manera como la sociedad actual se ha ido violentando, al proclamar un concepto equivocado del amor. Hace poco tiempo en una encuesta realizada, se pidió a cien personas de diferentes edades y de ambos sexos; dijeran tres palabras que se les vinieran a la mente al escuchar la palabra amor. La mayoría se refirió a la pareja, novio, esposo, sexo, hijos, enamorarse, pasión; solo un mínimo porcentaje mencionó el espíritu de servicio y la felicidad.


Es este pobre y limitado concepto del amor, lo que está destruyendo a nuestra sociedad: los ancianos sufren soledad, los menores abusos, los bebés no nacen, los principios y valores se relegan, la familia se desintegra alentada por los ya famosos divorcios exprés.  


“Sentir bonito, estar satisfecho”, nos lleva a considerar al amor como una cosa, un sentimiento incontrolado, emocionante, que aparece y desaparece por arte de magia. Es difícil amar por eso hay que aprender. Debemos revalorar la vida, la vida en familia, la amistad, el amor a Dios, a la patria a nuestros semejantes, ya que por ignorancia  muchos dedican toda su energía a acumular dinero, poder y casi nada a aprender amar.  


El alcohol, las drogas, el sexo, las neurosis, las aventuras fugaces, psicosis, masoquismo, sumisión o sadismo; llegan cuando no se vive el amor, sin pensar que muchos de los mencionados problemas se solucionan gracias al amor. En el matrimonio cuando las parejas se aceptan como son, (este es el secreto de los abuelos)  aprenden a amarse y permanecen juntos hasta la muerte.


Amar es una tarea extenuante, es darse, dar de lo que se es, dar tiempo, pertenencias, conocimientos, sabiduría. Cuando esto sucede, la persona se llena de gozo y como las buenas acciones se regresan, se produce el milagro de dar vida a otros.  


Al dar cambiamos la vida de otro y nos unimos al otro. Cuidando, protegiendo, respetando y conociendo, es como podremos disminuir tanta violencia social. Urge renovarnos a través de la educación en el amor. No es posible que en las calles muera física o espiritualmente tanta gente inocente por homicidio, accidentes, crímenes, abusos sexuales y más,  como si estuviéramos dentro de una guerra.


Evitemos ver y escuchar cosas que desaniman, necesitamos que las familias se integren de nuevo, encontrar predicadores que muevan al bien a la sociedad con su ejemplo virtuoso, esforzarnos por conservar el matrimonio, cuidar a los hijos, apoyar a la pareja, hacer felices a los ancianos. Todo esto lo lograremos aprendiendo de nuevo a amar como Dios nos lo pidió...


“Ámense los unos a los otros como yo les he amado”.

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