Por: Antonieta B. De De Hoyos
Cuando recibí este correo electrónico no le di importancia, fue después cuando lo adapté a la vida diaria, que me di cuenta de su gran significado. El vidrio roto en un edificio o en un auto, trasmite la idea de deterioro, desinterés, abandono; muestra un rompimiento con códigos de convivencia, es la ausencia de ley, de normas o reglas que deben existir en toda relación humana.
Si en un edificio o en una casa se rompe un vidrio y nadie lo repara, muy pronto estarán rotos los demás. Aparentemente este hecho no es relevante, pero a partir de la indiferencia, el desorden, el descuido y la suciedad, se empiezan a generar delitos, al principio pequeños, familiares; mas tarde mayores que llevan hasta con la policía.
Si la sociedad permite delitos menores como: pasarse una luz roja, excederse en la velocidad, estacionarse en lugar prohibido, etc., y en el hogar se consiente faltar a la escuela, decir majaderías, golpear, etc. estas faltas sin sancionar son el principio de la destrucción. Por eso cuando los parques o espacios públicos son dañados constantemente y la autoridad no toma cartas en el asunto, pronto la gente los abandona y los deja a merced de los malvivientes.
La sociedad se desintegra por la falta de apego a los valores universales, la falta de respeto entre sociedad y autoridad, la corrupción en todos los niveles, la falta de educación y normas de urbanidad; lo que trae como consecuencia un país, una ciudad y una enorme cantidad de casas con muchas ventanas rotas, que nadie está dispuesto a reparar.
Desde el punto de vista criminológico, el delito es mayor en los lugares donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato imperan. El reto está en crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de códigos básicos para la convivencia humana.
Cuando en el hogar se retoman los buenos hábitos alimenticios, se evita decir malas palabras, no se miente, se aceptan las consecuencias de los actos, con valor y responsabilidad, agregando además una buena dosis de educación a los pequeños, cambia en mucho lo que antes se había hecho mal.
La verdad es que una vez que se dejan de respetar los valores universales, todo comienza a deteriorarse con asombrosa rapidez. Por eso, si en una empresa, club de diversión, hogar o templo de oración, las autoridades y supervisores descuidan los comportamientos éticos de los colaboradores y asistentes, el ambiente del lugar se contamina.
Si se engaña, se trata con indiferencia, se deja que cunda el chisme, la decadencia está asegurada. Observemos la zona en donde vivimos, trabajamos, divertimos y oramos, ¿se practica ahí la teoría de las ventanas rotas? Pues a repararlas antes de que sea demasiado tarde. La impunidad es la peor de las ventanas rotas, no la dejemos entrar.
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