Por: Ramon de la Peña
Dicen que no hay peor nostalgia que añorar lo que jamás sucedió.
Para mí el "hubiera" es el gran dolor moral que nos reclama al alcanzar la edad madura. Si hubiera estudiado me habría ido mejor en la vida, si no hubiera fumado no tendría el cáncer que ahora padezco, si hubiera ahorrado no tendría que estar angustiado por la escasa pensión que recibo, si hubiera educado y cuidado a mis hijos no tendrían los problemas que ahora enfrentan.
Pero el "hubiera" no existe, por lo que es necesario buscar la manera de evitar que se nos transforme en nuestro dolor moral.
¿Qué podemos hacer?, se preguntará usted.
Yo propondría dos caminos: uno para mis estimados lectores y el otro para los políticos electos o designados. El primero con recomendaciones para el año que acaba de empezar, y el segundo con el gran deseo que apliquen el decálogo que escribió Abraham Lincoln.
Yo le recomiendo dedicar tiempo a todo aquello que sea importante para usted, estimado lector. No olvidemos que lo que hace tan importante a los hijos, a la familia, a los amigos, es el tiempo que les hemos dedicado. La vida significa muchas cosas, no sólo el trabajo y la búsqueda de la riqueza; también significa ser amistoso, compartir, reír, leer, pasear y contemplar un atardecer.
Como parte de mi mensaje le dejo para su meditación parte de un poema de Víctor Hugo, el cual me atreví a parafrasear un poco para dedicarlo a mis lectores.
Les deseo primero que tengan amigos, inclusive malos e inconsecuentes; sean amigos valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien puedan confiar sin dudar; les deseo además que sean útiles, más no insustituibles, y que en los momentos más malos el pensamiento de su valía sea suficiente para mantenerlos en pie.
Igualmente, les deseo que sean tolerantes, no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho, y que, haciendo uso de esa tolerancia, sirvan de ejemplo a los demás.
Les deseo que siendo jóvenes no maduren demasiado de prisa, y que, ya maduros, no insistan en rejuvenecer, y que siendo maduros no se dediquen al desespero, porque cada edad tiene su placer y su dolor.
Les deseo además que tengan dinero, porque es necesario ser prácticos, y que por lo menos una vez al año pongan algo de ese dinero frente a ustedes y digan: "Esto es mío", sólo para que quede claro quién es dueño de quién.
Les deseo también que ninguno de sus afectos muera, pero que si se muere alguno, puedan llorar sin lamentarse, y sufrir sin sentirse culpables.
A los políticos electos o designados les pediría que en sus programas y proyectos de este año tengan en mente las recomendaciones de Lincoln, un poco parafraseadas por mí.
Ojo, ustedes no pueden crear prosperidad desalentando con un exceso de reglamentos y leyes las iniciativas de los ciudadanos; tampoco deben fortalecer al débil debilitando al fuerte, lo que implica que ustedes no pueden ayudar a los pobres destruyendo a los ricos.
Recuerden que ustedes no pueden resolver sus problemas o los problemas de las comunidades mientras gasten más de lo que reciben.
Ustedes, los políticos, no pueden formar el carácter y el valor de las personas (muy aplicable al sistema educativo) quitándoles su libertad e iniciativa. Y recuerden que no se puede promover la fraternidad y la armonía admitiendo e incitando el odio entre las personas, las organizaciones y las comunidades.
Finalmente Lincoln recomienda algo que deberían recordar todos los que administran programas sociales públicos o particulares (el programa Oportunidades, entre muchos otros): no pueden ayudar a las personas haciendo por ellas permanentemente lo que ellas deben saber hacer por sí mismas.
Yo añadiría dos recomendaciones más: no olviden que la ilegalidad y la impunidad conducen a la corrupción, y que para eliminar este mal endémico de nuestro País sólo necesitan que toda mala acción tenga consecuencias.
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