Por: Ramón de la Peña Manrique
Al reflexionar sobre el triunfal papel de los jóvenes que participaron en la Olimpiada Londres 2012, vino a mi mente la recomendación que nos hacen los expertos sobre cómo tener éxito en nuestra vida personal y profesional.
Ellos nos dicen que para ser el mejor en una cierta disciplina (músico, pintor, cantante, deportista, ingeniero, vendedor, investigador, político, gobernador o poeta, por ejemplo) se requieren tres cosas importantes: querer ser el mejor, tener un talento especial y practicar, practicar y volver a practicar por lo menos 10 mil horas, es decir 3 horas diarias por 10 años.
Esto lo demostró una investigación realizada en la Academia de Música de Berlín por un equipo de psicólogos encabezado por K. Anders Ericsson.
Para llevar a cabo el estudio dividieron a sus estudiantes de violín en tres grupos: los que tocaban excelentemente bien, quienes lo hacían bien y los violinistas con pocas probabilidades de ser buenos profesionales del violín.
A cada uno de los muchachos le preguntaron el número de horas que habían practicado desde la primera vez que empezaron a tocar.
El estudio nos dice que todos los estudiantes empezaron a tocar alrededor de los 4 ó 5 años, pero los del grupo que tocaban excelentemente habían acumulado más de 10 mil horas de práctica constante. Los estudiantes del segundo grupo acumulaban no más de 8 mil horas y los del grupo tres tenían a lo más 4 mil horas de práctica.
La pregunta que me hice fue que si los muchachos de los grupos dos y tres continúan practicando y tomando lecciones, ¿podrían llegar a tocar excelentemente bien?
Sobre este tema de las 10 mil horas y la pregunta anterior, le recomiendo leer dos libros.
El primero es de David A. Sousa, quien nos muestra "cómo aprende el cerebro" (en "How the Brain Learns") a través de los umbrales de aprendizaje que tenemos los humanos cuando somos niños y que son periodos de tiempo esenciales en los que el cerebro responde rápidamente a ciertos estímulos para crear o consolidar nuestras redes neuronales, nuestros aprendizajes, nuestros talentos y nuestros límites internos.
Nos menciona que si un cerebro no recibe estímulos visuales en sus primeros dos años de vida, por tener cataratas en sus ojos por ejemplo, esa persona quedará ciega para siempre.
También que si el niño siempre obtiene lo que quiere mediante berrinches durante el tiempo en el que el umbral esté abierto (de dos meses a tres años aproximadamente), lo más probable es que continúe usando el mismo esquema más adelante en su vida, ya como un hábito de comportamiento difícil de cambiar.
Lo cual me conduce al segundo libro: "Outliers" ("Los Fueras de Serie. Por Qué Unas Personas Tienen Éxito y Otras No"), de Malcolm Gladwell, quien reporta los factores de éxito que encontró al estudiar a diferentes personas exitosas en diversas disciplinas.
Desde luego los talentos genéticos organizacionales y personales son un factor importante, pero es mucho más importante el entorno en el que las personas nacen, crecen, se educan y viven. Por eso el papel de la familia y el entorno en el que viven es tan importante.
En uno de los capítulos de su libro, Gladwell destaca que, para su sorpresa, los miembros del grupo de abogados corporativos más destacado en Nueva York tenían casi la misma historia personal: todos eran hombres, de raza judía, nacidos en los años 30, los años de la Gran Depresión en Estados Unidos, todos vecinos en el Bronx o en Brooklyn, hijos de padres inmigrantes que trabajaron en la industria del vestir.
El tercer factor de éxito es la perseverancia, ésas 10 mil horas de continuo practicar. El tener buenos mentores es el cuarto factor, y el quinto y último implica tener la capacidad de soportar las frustraciones, las derrotas y las horas de práctica.
Estimados padres, recuerden siempre que el papel de la familia y el medio ambiente en el que sus hijos nacen, crecen y se educan es esencial para que sus hijos puedan ser personas fuera de serie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario