Por: Ramón de la Peña Manrique
De una manera u otra, todos los que votamos este 1 de julio fuimos "comprados" para votar por un determinado candidato o partido político.
Ante ese comentario tan contundente de mi parte, resultado de una conversación que tuve con un colega sobre las elecciones y la postura que Andrés Manuel López Obrador ha tomado, este colega, un tanto enojado, me respondió: "Pues yo no fui comprado, ¿por qué dices que todos los que votamos fuimos 'comprados'?".
Porque la esencia de las campañas políticas, le respondí yo, es promover, vender, a un determinado candidato, para que nosotros "lo compremos" y votemos por él o ella. Ésa es la esencia de las campañas políticas, de la promoción en la prensa, en la televisión, en las reuniones, en los panorámicos, en los debates y en los mensajes positivos y negativos en internet.
De hecho yo recibí miles de mensajes a favor y en contra de la candidata y los candidatos a la Presidencia.
Los equipos de campaña y los partidos políticos también nos tratan de vender a su candidato a través de "regalos y promesas". En las campañas políticas se producen y regalan miles de camisetas, gorras, vasos, bolsas, plumas, carpetas, libretas, dulces, etc.
Este etcétera depende de la creatividad de los promotores de un determinado candidato o partido político.
Tenemos que incluir también las despensas que por tradición se usan y se usaban como una estrategia de "venta" de un candidato y que ahora, aprovechando los nuevos productos y servicios que nos dan las tecnologías de información y comunicación, lo pueden hacer vía una tarjeta de descuento, evitando así toda la infraestructura y logística necesaria para comprar, almacenar, preparar y repartir paquetes o despensas a los posibles votantes.
Pero también nos tratan de "comprar" con sus promesas de campaña. Si votan por mí, nos dijeron: habrá más y mejores empleos, tendremos un Monterrey seguro, no habrá corrupción, todos los niños de quinto y sexto de primaria tendrán una computadora y acceso gratuito a internet de banda ancha.
Promesas y más promesas en educación, en seguridad, en la protección del medio ambiente, en salud con medicinas gratuitas, en más y mejores empleos, en nueva infraestructura, en nuevos sistemas de comunicación.
Ante mis comentarios anteriores, mi colega me dijo: te dejo para tu reflexión seis preguntas, y yo se las dejo a usted, estimado lector, también para su reflexión.
¿Es ilegal, inmoral o carente de ética tratar de "vender y promover" a un candidato a través de regalos y promesas?
¿Es ilegal e inmoral usar recursos públicos que reciben los partidos vía el IFE o las comisiones estatales electorales en la compra de los regalos que se reparten en las campañas?
¿Son culpables las organizaciones y personas que producen y/o venden esos regalos reales o virtuales?
¿Qué tan cumplidores han sido los diferentes candidatos electos en la implantación de sus promesas de campaña?
¿Estaría de acuerdo en que existiera el proceso de reelección y de remoción de mandato para quienes hagan muy bien o muy mal su trabajo?
¿Realmente los mexicanos que votaron lo hicieron por los regalos que recibieron o por las promesas que escucharon de los candidatos?
Yo creo que en México existen tres tipos de ciudadanos desde el punto de vista electoral: los que no votan a pesar de las campañas, de los regalos, promesas y recomendaciones de ir a votar; los que tienen ya una postura política muy definida por ser parte de un partido político, de una agrupación sindical, civil, religiosa o por haber sido "comprados" de alguna manera, no necesariamente con despensas, sino en forma ideológica; y los que, independientemente de regalos, promesas y recomendaciones, deciden votar por el candidato o el partido que mejor trabajo ha hecho y que ha postulado a un buen candidato para sacar adelante a nuestras comunidades y a nuestro país.
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