Por: Antonieta B. de De Hoyos
Algo
que ha llamado mucho mi atención, es el auge que han tomado los notarios en las
campañas políticas de los candidatos del PRI, Partido Revolucionario
Institucional, sobre todo cuando es un alto puesto público el que se desea.
Hasta ahora donde más se ha practicado esta innovadora modalidad, es en el Estado
de México, lugar donde en varias ocasiones los aspirantes han legalizado
debidamente, más de quinientas promesas personales y de equipo.
Buscando
por aquí y por allá me encontré que “La Palabra”
tiene una gran relevancia histórica, y me refiero a la Palabra dada, aquella
que se entrega de forma oral de una persona a otra, formando un trato o un
acuerdo tácito.
Desde
la antigüedad hasta hace pocos años, “La Palabra” era entregada en una forma
plena de confianza cuando se decía “te doy mi palabra” y ello bastaba para
sentirse comprometido, se daba por hecho. El cambio se produjo cuando apareció
la palabra escrita y se le dio mayor importancia, dejando de lado el compromiso
verbal e implícito que se hacía anteriormente.
Oponiéndose
a la palabra escrita y para dar mayor credibilidad a la otrora costumbre, se le
agregó un adjetivo poderoso a lo prometido… “Palabra de hombre”, “Palabra de honor”, que quedaba sellada con un
apretón de manos, que no solo comprometía lo hablado sino también la honra, la
sexualidad y la existencia como varón; quien incumplía se condenaba a sufrir
las penas del infierno, a ser tildado como “mariquita” y a perder la confianza
de todos para siempre.
¿De
dónde proviene la importancia de esta frase? de la “Palabra de Dios” que citan
los Evangelios cristianos y que no necesita de ningún notario para aludir a la
gran verdad anunciada… “esta es Palabra de Dios”.
Desafortunadamente
hoy en día solo tiene valor la palabra escrita ante notario, acción que quita
al hombre toda virtud de responsabilidad y compromiso, en la dignidad de su
palabra.
Probablemente
todos en algún momento hemos sufrido las consecuencias del no respeto a la
palabra empeñada, pero sabemos muy bien que podemos morir en paz si nosotros si
cumplimos con la nuestra, con lo prometido
ante Dios y ante los hombres.
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