Por: Antonieta B. de De Hoyos
Esta
frase la tomé como título, porque a pesar de que hace ya casi una década que la
leí, continua grabada en mi memoria, y ahora con el ambiente nostálgico que nos
invade por la navidad, me pareció bueno
recordarla. El poder de estas ocho palabras es extraordinario, al grado de
producir fuertes cambios en la conducta
de las personas, como me sucedió a mí.
En
esta ocasión la reflexión va dirigida a las personas adultas, a todas aquellas
que deseamos avanzar en el camino de la madurez; dicho en otras palabras,
cuando nos decidimos a buscar la esencia de la vida, cuando empezamos a darnos
cuenta de que en las cosas más simples, en las menos complicadas está la
felicidad.
Es
en ese momento, en ese “clic” que hace nuestra
mente y nuestro corazón, que dejamos de asistir a reuniones donde solo
se habla de superficialidades, cuando nos vamos alejando de los envidiosos, de
los que desacreditan a los exitosos, de todos aquellos que se apropian de lugares que no les
corresponden, que no tienen talento para desempeñar el puesto que ocupan y que
jamás obtienen grandes logros honestos.
Algo
sucede en nuestro interior, que ya no nos permite relacionarnos con cualquiera
con el único propósito de quedar bien con los demás; es dejar de mentir por
conseguir una comodidad fugaz, ya sea por miedo al dolor que trae consigo la
soledad o, a tener que comenzar de nuevo.
Cuando
repetí la frase: “quiero la esencia porque hoy mi alma tiene prisa”, se me
clavó en el corazón, y fue en una temporada navideña como ésta, precisamente cuando
mi espíritu sobrepasa a la materia, que ya no pude ser la misma. Desde ese
instante me prometí no tolerar caprichos de personas mayores inmaduras, empecé
a buscar la esencia de las cosas y de
las personas, porque me di cuenta de que mi alma tenía prisa y mi corazón
estaba ansioso, ávido de convivir con gente más humana, muy humana. A partir de
aquel momento busqué personas que supieran reír de sus errores, que no se
envanecieran con sus triunfos, que no se consideraran superiores ni elegidas,
que no huyeran de sus responsabilidades, que defendieran con firmeza la
dignidad de los desposeídos y la
excelsitud de la naturaleza.
Ahora
quiero caminar junto a personas de verdad, quiero disfrutar de su afecto sin
prisas, ya no quiero perder el tiempo. Lo esencial, lo sencillo es lo que vale la pena vivir. Hoy quiero rodearme de
gente que sepa tocar el corazón de su prójimo, que cante, que baile, gente que
aprenda de las lecciones de la vida, que sienta dentro de su alma las caricias
divinas y que crea en el amor.
A
partir de aquel día dejé de pensar en el pasado y de obsesionarme por el
futuro, me prometí vivir el presente que es donde la vida acontece y donde se
encuentra Dios, mi meta será llegar a la
final satisfecha, con plenitud y paz…, ¡Feliz Nochebuena y venturosa navidad!
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