Por: Rosaura Barahona
La discusión sobre los valores de nuestra
sociedad es muy importante, pero hoy el tema se reduce con frecuencia a una
cantaleta: "Ya se perdieron los valores y debemos recuperarlos".
La idea es importante, pero al plantearla así parece que los valores
fueran objetos concretos arrumbados en el cuarto de los tiliches y que podemos
recuperar en cuanto los busquemos.
Como en otros ámbitos, la mayoría de los mexicanos considera que la
pérdida de valores es culpa de los demás, no de cada uno de nosotros, pero si
somos sinceros y autocríticos debemos aceptar que ese cambio de valores lo
sostenemos a través del consumismo, la frivolidad, la sobreprotección de los
hijos, la complicidad con la corrupción cotidiana y el aparentar lo que no
somos.
Cualquiera de las cosas anteriores dan para un libro completo, pero
permítame ilustrar algunas de ellas a través de un ejemplo concreto en nuestro
caso: las bodas.
No hace muchos años, el concepto de boda era otro (no mejor
necesariamente). Los novios y sus papás invitaban a algunos amigos y familiares
con quienes se buscaba compartir la emoción del inicio de una etapa nueva e
incierta, aunque llena de esperanzas.
El meollo de una boda era escuchar los votos intercambiados por los
novios. Ahora la gente se salta la boda. Lo importante es la fiesta, el
vestido, la reseña periodística y la originalidad. Si alguien trajo de París el
pan para la boda de su hija, otro trae el hielo directo de la Patagonia. El
objetivo no es una mejor boda, sino mostrar el poder económico y social de
alguien.
Antes los novios compraban las cosas poco a poco; ahora si no lo tienen
todo, no se casan.
Una chica que conozco se casó fuera de aquí: el papá fletó, por su
cuenta, aviones para amigos y familiares. Las flores, importadas; el mejor chef
para la comida; les regalaron la casa con todo, los coches, la luna de miel y
lo que usted guste y mande. Los preparativos tomaron más de un año. Antes de
los seis meses ya estaban separados, y al año, divorciados.
No tengo nada en contra del divorcio. Me parece una medida sana y, a
menudo, necesaria. Pero una cosa es divorciarse tras el intento de crear una
pareja o una familia y, la otra, divorciarse porque el matrimonio no fue el
esperado paseo por Disneylandia.
Antes sólo los artistas tenían matrimonios al vapor: Rodolfo Valentino y
Jean Acker duraron 6 horas casados; Zsa Zsa Gabor y Felipe De Alba, menos de 24
horas; Liz Taylor y Conrad "Nicky" Hilton, 8 meses; Britney Spears y
Jason Allen Alexander, 2 días; Cher y Gregg Allman, 9 días; Dennis Hopper y
Michele Phillips, 8 días; Sinead O'Connor, 16 días, de los cuales sólo 7 pasó
con su esposo.
¿Por qué habrán decidido casarse? Ni modo de achacarlo a la hormona
alborotada porque cualquiera de ellos pudo haber vivido con quien se le diera
la gana y no pasaba nada. Y si no se les antoja vivir juntos, comparten unos
revolcones, se despiden y tan amigos. ¿Para qué se casan? Ni idea.
¿Le parecen ejemplos exagerados? Lo son, pero ilustran que el concepto
de matrimonio hollywoodense no tiene nada que ver con el tradicional. Allá las
relaciones o los matrimonios duraderos son excepcionales y esa tendencia se ha
extendido por todo el mundo y en ese mundo andamos nosotros.
Los expertos lo repiten continuamente: urge revisar a fondo, y desde
todas las perspectivas posibles, el concepto de matrimonio actual porque, tal y
como está, ya no funciona.
Ahora, si volvemos la vista hacia atrás y vemos los matrimonios de las
bisabuelas que, se supone, sí funcionaban, descubrimos que funcionaban de
acuerdo a la mentalidad de entonces: uno tenía el poder absoluto y jamás rendía
cuentas de nada, mientras la otra obedecía, tenía hijos y no chistaba.
La institución matrimonial o el concubinato ya no gozan de buena salud.
Urge buscar nuevas formas legales de relación que protejan a los involucrados y
no dañen tanto a la sociedad.
Mientras no hagamos eso, los divorcios seguirán en aumento en todos los
estratos sociales y continuarán muriendo mujeres a manos de sus respectivas
parejas cuya mentalidad sigue anclada en el siglo 19.
Éste es el último artículo de un año que voló. Que el 2012 sea mejor no
sólo para los matrimonios, sino para todos
Publicación autorizada por la autora
Fuente: El Norte
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