23 de noviembre de 2011

Vamos de nuevo ¡Gracias a Dios!


Por: Antonieta B. de De Hoyos

El próximo domingo veintisiete del presente mes, todos los católicos cristianos daremos inicio a la época de adviento. Tiempo de esperanza, de estar despiertos y vigilantes, tiempo de cambiar la actitud para que la vida cristiana se ilumine. Tiempo de aprender a vivir lo divino en lo humano.

Más no nos engañemos. Cada uno de nosotros sabemos perfectamente cuáles son nuestros excesos y cuando es la hora de despertar. Es por eso que todos los años en esta época, oímos que es un tiempo de cambio y preparación, pero ¿acaso he cambiado algo en mi vida?, ¿cambié mi manera de pensar?, ¿de sentir?, ¿de ser? Cuando alguien se esfuerza y logra el cambio, se le llama conversión.

La crítica situación mundial, las experiencias terribles vividas en nuestro entorno, la destrucción constante del medio ambiente; nos ha llevado a recordar las palabras de un Dios que no se cansa de decirnos, ¡Sean fuertes, no teman!  Lejos de ceder a la tristeza y al pesimismo, alégrense siempre en Jesús que viene a salvar lo que esté perdido.  ¿Estoy vigilante, atento, despierto, confiado y preparado?

En familia crecemos y aprendemos a ser mejores personas, por eso es indispensable desechar las malas conductas, dejar de lado comilonas y borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos y envidias, no permitamos que los compromisos terrenos nos impidan prepararnos para le venida del Señor. ¿Presto atención a la manera como en casa nos preparamos para recibir a Jesús? ¿Meditamos, nos arrepentimos, perdonamos, oramos?

La preparación del adviento nos lleva a arrepentirnos de no haber aprendido a querernos como esposos, a darnos cuenta de que olvidamos que el vecino es el prójimo. A arrepentirnos de pensar que el hambre, el desempleo, la miseria y la falta de educación de los demás, es problema de otros y no mío.  Nos lleva a reconocer que no apreciamos el respeto y el cariño que merecen nuestros padres, a examinar con detenimiento la deficiente instrucción religiosa que damos a nuestros hijos y los pocos ejemplos con los que avalamos dicha instrucción.

En adviento nos damos cuenta que Cristo no vino a hacer ricos a los pobres, a ellos les anunció su Evangelio. No vino a librarnos de los déspotas, sino de la opresión del pecado; no vino a librarnos de la cruz, sino a darnos fuerzas para tomarla y seguirle. No vino a que todos los cojos, ciegos, sordos, leprosos y muertos; anduvieran, oyeran, vieran, quedaran limpios y resucitaran. Sino a que todos los que estamos en pie, en una posición mejor, anduviéramos; los que tenemos cerrados los ojos a las necesidades de los demás, viéramos; los que estamos sordos a los problemas ajenos, oyéramos; y los cubiertos de lepra del pecado, quedáramos limpios y resucitáramos a una auténtica  vida cristiana.

Deseo que este tiempo de adviento sea el más provechoso para todos, que nuestras familias permanezcan unidas, que nuestro espíritu de servicio se acreciente, que deseemos menos y disfrutemos mas lo que tenemos, que sepamos perdonar, que no guardemos rencor, que el amor reine en  los hogares para que  siempre tenga un lugarcito el desamparado.  Recapacitar en lo anterior, es saber vivir el Adviento.

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