13 de noviembre de 2011

Una ofensa a la inteligencia femenina.


Por: Antonieta B. de De Hoyos

Aunque no soy muy afecta a ver telenovelas, si recuerdo haber visto y disfrutado algunas de ellas que se constituyeron en grandes éxitos nacionales y extranjeros. Debo reconocer que estaban muy bien ambientadas, que los actores y actrices eran de primera, que su fama traspasó las fronteras y que sus protagonistas alcanzaron gran popularidad, al retrasmitirse en países latinoamericanos y europeos; años después conquistaron también el mercado hispano dentro de los Estados Unidos de Norteamérica.

Eran divertidas, presentaban bellos paisajes y pueblos pintorescos, elegantes mansiones y portentosos edificios, haciéndonos sentir habitantes de un primer mundo digno de presumirse. Los temas a tratar siempre dejaban una enseñanza mezcla de tradición y modernidad, sin faltar la espiritualidad característica de la familia mexicana.

La presencia del villano (a) y el grupito de resentidos sociales que hacían imposible la existencia a los protagonistas era indispensable, pero lo mas bonito era que siempre triunfaba el amor, la bondad, los malos tarde o temprano eran castigados por la ley de los hombres o de Dios.

Fue a partir de la década de los setenta, durante el auge de la liberación femenina que las historias se tornaron amarillistas, presentando situaciones familiares y laborales alejadas de la  realidad. Tiempo después la pantalla chica se tiñó de rojo, los ejemplos de conductas impropias proliferaron: violación, secuestro, asesinato, tortura, odio, engaño, traición e infidelidad  fueron el atractivo tele-novelesco. Los bajos instintos quedaron al descubierto y se introdujeron al hogar con lujo de detalles cada tarde noche sin respetar horarios. La meta en la vida del espectador se tergiversó, los principios y la ética fueron anulados, bastaba una buena figura y una vestimenta impecable para ser exitoso.

En la actualidad las telenovelas nacionales y extranjeras, han corrompido la imagen y la misión de la mujer, la presentan como una persona frívola, insegura, instruida pero inconsistente, fácil de convencer y de llevar a la cama, que goza de la vida loca, que conquista, usa y desecha, que se desobliga de los hijos y vive varios amores a la vez. Enseñanzas deshonestas que dañan la moral de la familia mexicana, mensajes que la Secretaría de Gobernación debe sancionar enérgicamente, por ser su responsabilidad vigilar esta clase de trasmisiones.

Yo me pregunto,  ¿Por qué precisamente ahora?, cuando la mujer ha despertado y sacado la casta, cuando su inteligencia, capacidad y habilidad están al máximo en lo científico, empresarial, profesional, cultural, político, público y privado, es tan lacerada su reputación. No podemos ni debemos permitir que el ambiente contamine de nuevo la mente de la mujer, porque el mundo necesita cambiar y está visto que sólo ella lo logrará.

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