Por: Rosaura Barahona
El 4 de noviembre pasado, en Bergen, Noruega, se
celebró el 25 aniversario de la Fundación Rafto para los Derechos Humanos. El
año pasado, esta Fundación otorgó a Raúl Vera López, Obispo de Saltillo, el
Premio Rafto por su labor a favor de los Derechos Humanos.
Este año, don Raúl fue invitado a participar en el panel 2:
"Desafíos del Futuro de los Derechos Humanos". En un momento
comentaré algo de lo dicho por él, pero antes me gustaría señalar el prejuicio
existente entre un núcleo de la población sobre los Derechos Humanos.
Hace poco alguien comentó en Facebook que el Ejército y la Armada tenían
cercados a unos presuntos sicarios. Me sorprendí cuando algunos
"feisbukeros" dijeron cosas como "Ojalá maten a todos los
criminales antes de que lleguen los de Derechos Humanos a defenderlos...";
"Que les secuestren a un hijo y los de Derechos Humanos van a cambiar de
posición..."; "Ametrállenlos antes de que los abogados digan que son
inocentes mientras no se pruebe lo contrario...".
La violencia exacerbada ha llevado a mucha gente a desear que se mate a
quien se descubra cometiendo un crimen o un secuestro, pero los Derechos
Humanos son para todos, incluso los criminales de guerra. Y eso molesta a no
pocos. Las organizaciones de Derechos Humanos cuidan esos derechos no sólo por
ellos, sino por todos nosotros. Si la Ley no se aplica, deja de serlo.
¿Por qué nuestro silencio e indiferencia ante el número de reos muertos
en las prisiones estatales? ¿Porque son escoria y entre más se mueran, mejor?
Claro, como nosotros somos los buenos, todos los demás pueden morirse y entre
más pronto, mejor.
Don Raúl Vera se concentra en los migrantes provenientes de casi la
mitad de los 110 millones de mexicanos que viven en la pobreza; la pobreza
conlleva la ignorancia, la injusticia, el miedo y la resignación. Por eso el
País los ignora y son presas fáciles de los sicarios que los matan, torturan o
desaparecen o los convencen de enriquecerse con rapidez.
Don Raúl recordó que en los seis meses entre septiembre de 2008 y
febrero de 2009, 9 mil 758 migrantes fueron secuestrados en México. Venían de
Honduras, Guatemala y El Salvador. Quienes quedan vivos salen golpeados,
violados y despojados de sus pocas pertenencias. Por eso Vera insiste en que el
fenómeno de la migración forzada se debe atender globalmente.
Don Raúl es respetado por mucha gente y criticado por otra que lo
preferiría callado y gozando de un chocolatito caliente. Porque no sólo se
ocupa de los migrantes, sino de las mujeres que, por ser violadas por grupos
intocables, jamás aparecen en las estadísticas oficiales. También trabaja con
lesbianas, homosexuales, víctimas del sida y prostitutas.
Es imposible reproducir aquí ni siquiera los puntos esenciales de su
ponencia en Noruega, pero entre otras cosas habla de la necesidad de resolver
la economía del mundo: "En la dinámica de la avaricia para acumular
bienes, la persona humana, con su dignidad, ha desaparecido de la mente y el
corazón humano, por lo tanto es fundamental recuperar el concepto de la persona
y su bienestar, en todos los objetivos de la actividad económica".
Habla también de recuperar el funcionamiento correcto de la clase
política, convertida hoy en un grupo de privilegiados que hacen negocios entre
ellos mismos, además de con los empresarios nacionales y con las
transnacionales. Les entregan mano de obra barata, sin ninguna prestación:
"como esclavos del sistema económico", dice. Y da en el clavo.
Señala la complicidad complaciente entre el Gobierno y una parte de la
Iglesia católica mexicana, por lo que ésta ignora el cristianismo y se olvida
de los enfermos, pobres, desamparados y marginados.
El Obispo saltillense habla de la urgencia de recuperar el sentido de
justicia: "Cuando se descubren complicidades de funcionarios públicos en
los delitos que se cometen, cuando mucho, se les separa de su cargo, pero no se
les juzga, ni se les sentencia". Lo mismo señala respecto a los fraudes al
erario; quedan impunes porque la corrupción no investiga.
Don Raúl Vera es un lujo cercano del que debemos sentirnos orgullosos,
pero los lujos que señalan la viga en el ojo propio no siempre son simpáticos.
Gracias, don Raúl.
Fuente : El Norte
Con autorizacion directa de la autora
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