CONSUMIR EN ÉPOCA DE CRISIS
Yo soñé
un agujero, bajo tierra y con gente
Que se
estremecía
Yo soñé
u agujero, bajo tierra y oscuro
Y espero
que mi sueño
No sea
mi futuro, no sea mi futuro
Silvio
Rodríguez
Es fin de año y las compras navideñas se han iniciado.
El aguinaldo fluye de las cajas de las empresas a los bolsillos de los
trabajadores donde se detiene por unas cuantas horas para seguir su destino
final: las cajas registradoras en
centros comerciales.
Por una semana los trabajadores sentiremos
que formamos parte del 1 % de la población que tiene lo suficiente como para
regalar el sol y las estrellas a sus seres queridos.
Mientras el dinero fluye los recursos naturales se agotan. Felices pagamos gustos
efímeros que en unos cuantos días se convertirán en basura porque los productos
chinos de mala calidad a la que tenemos
acceso, no tienen garantía de
durabilidad.
Las materias primas convertidas en basura navideña seguirán ocupando
espacio en el relleno sanitario y nosotros perderemos unos cuantos metros más de
terreno.
El plástico extraído del petróleo que hoy sigue siendo la fuente energética
con la que se transportan los alimentos, solo nos dará alegría por unas cuantas
horas, aunque en enero nos quejemos porque la gasolina sigue en constante
aumento de precio y el salario ya no
alcanzará para surtir la despensa.
Miles de pesos quemaremos en cohetes para que su ruido no nos deje escuchar la conciencia que grita ¡ALTO!,
que es estamos quemando NUESTRO dinero y el dinero que tanto trabajo cuesta
ganar. El día último de diciembre se quemarán miles de pesos en cohetes porque
con esa explosión evitaremos escuchar a la conciencia que dice ¡ALTO! Que la pólvora
nos cae encima y la respiramos, nosotros y los que amamos. El 31 de diciembre
cada habitante de este municipio quemara miles de pesos para que el humo de
cohetes oculte la ambición de las
autoridades que solo ven los ingresos que llegan a las arcas por los permisos
otorgados sin que un solo peso se
destine a remediar el daño que le causamos a la Tierra en la que vivimos.
Diciembre, el mes de la reflexión, de un momento para la paz del espíritu y
de soñar que el año que viene nos traerá armonía y la seguridad que deseamos
para volver a caminar por nuestras calles sin el temor de la violencia que hoy
nos asola; lo hemos convertido en un caos donde ocultamos la desesperación en
las tiendas y que, como toda cruda
moral, nos traerá un enero con depresión y mas crisis económica y moral y
ética.
Decir que este es el momento de terminar el año guardando el producto de
nuestro trabajo para ser disfrutado con la familia pero en armonía con el
planeta, se ha vuelto un lugar común. La
Tierra como planeta perdurará por encima de la vida humana. Es el hombre el que
ha puesto en peligro su existencia por el afán de destruir, de contaminar el
aire que respiramos de desperdiciar los recursos naturales como si Dios los
hubiera puesto para nuestro capricho.
Debiera ser Diciembre y el fin de un año mas el momento para hacer un
verdadero alto en nuestra forma de gastar lo que cuesta ganar y generar.
No más cohetes que se prenden con el dinero que hace falta para comer.
No mas juguetes plásticos que solo llenan el vació del alma y la soledad en
la que dejamos a nuestros hijos porque tenemos que trabajar todo el año y hoy
tener un aguinaldo.
No más envolturas vistosas y coloridas arrojadas como basura el 25 de
diciembre a las calles hoy pintadas de
la sangre derramada por el narco y la delincuencia.
No mas productos chinos que están dejando sin trabajo a otros mexicanos que quizás esta sea la última vez que reciban
aguinaldo porque la fabrica donde trabajan tienen que cerrar por la importación
de tantos productos de mala calidad pero “baratos”
Diciembre es el mes de estar en casa, con nuestra familia para disfrutar en
compañía de quienes amamos. Disfrutar de una paz que no tiene costo, que no contamina. Un mes por que siga siendo posible la vida humana en
el planeta.
La contaminación que generamos cada día nos está cayendo ya sobre la
cabeza.
Que el aguinaldo sirva este año para pagar un poco de nuestra paz del alma
y no para contaminar nuestro hogar.
Profra. Josefina Sánchez Ponce.
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