Por: Antonieta B. de De Hoyos
Era sábado, día en que las mujeres
acostumbramos hacer la limpieza de la casa con
mayor esmero y estaba en eso precisamente, cuando divisé en el patio a
mi nieto más pequeño. Me llamó la atención su peculiar atuendo, era la imagen
de todo un señor vaquero; jeans, camiseta roja, paliacate y un sombrero de paja
en color verde oscuro. En sus manos traía una enorme pistola de agua, con la
que apuntaba -y acertaba- al cuerpo de nuestro querido perro guardián, un
hermoso bóxer blanco con manchas negras.
Lo interesante es que a pesar de los
años vividos, continúa asombrándome la inteligencia, la sensibilidad y la
espontaneidad de los niños. Experiencia que disfruté primero como educadora,
después como madre y que aun gozo en la actualidad ya convertida en abuela.
De verdad que son increíbles los
niños, tienen respuestas acertadas y preguntas desconcertantes, una
esplendorosa imaginación y una creatividad inagotable; pueden hacer de una
piedra un monstruo y de un pedazo de madera una persona y entablar un diálogo
entre ellos.
Si los adultos nos diéramos el tiempo
de observar y convivir con los niños, seguro que nuestra sociedad tendría una
calidad de vida superior, ellos son justos, responsables, alegres, amorosos,
lástima que cuando crecen se vuelven un espejo de nosotros.
Pero volviendo a la realidad, recordé
que Héctor Iván, había sido invitado para ese día pero por la tarde, a una
fiesta infantil en un ranchito cercano, lo curioso es que la cita era a las
cuatro y apenas eran las diez de la mañana.
¡Trajinó todo el día! Se cubrió media cara con
su pañuelo y se montó en su bicicleta simulando que era un caballo. No quiso
comer, la emoción era su alimento. Para las tres de la tarde se recostó en la alfombra, estaba cansado y
comenzó a dormitar. En eso llegó su madre, lo despabiló y le sugirió que se
lavará los dientes y se peinara pues muy pronto saldrían rumbo a la fiesta.
Yo me quedé en silencio y pensé… ¿Por
qué, ellos?, ¿Por qué los ignoramos? ¿Por qué
no los defendemos de la perversidad? ¿Por qué dejamos que sean abusados?
¿Por qué los golpeamos? ¿Por qué impedimos que nazcan? ¿Por qué coartamos su
mundo mágico de ilusiones? ¿Por qué les dejamos huérfanos? ¿Por qué los
insertamos en la maldad que les asfixia? Oremos por los niños sin importar de
quien sean, luchemos con uñas y dientes por conservarles felices, sanos de
cuerpo y alma, porque de esta tarea si
tendremos que rendir cuentas al Creador.
1 comentario:
Buenos días, he escrito algo muy sencillo en mi blog y los he enlazado con el tema, quizá pueda interesarles un poco.
Si tienen correcciones a mi entrada con gusto háganlo saber y corregiré.
Agradecida por su espacio.
PILY
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