Por: Antonieta B. de De Hoyos
Llamó
mi atención la cantidad de madres que se quejan del mal comportamiento de sus
hijos (as) sean estos pequeños, adolescentes o jóvenes; y el número cada vez
mayor de jovencitas embarazadas fuera del matrimonio y a edad más temprana.
Según
manifestaron las inconformes, de nada había valido tanta información sobre la
sexualidad en las escuelas primarias, ni secundarias, ni la difusión del uso
del condón, ya que esta desafortunada situación va en aumento.
¿Dónde
está el problema y donde está la solución? Indudablemente en la educación,
educación en valores y virtudes humanas, ¡SÍ!, esas normas de conducta tan
despreciadas y hasta ridiculizadas en la actualidad.
Cuando
a un niño se le crean buenos hábitos, estos con la práctica se convierten en
virtudes humanas, forma de conducta que le permite gozar de una infancia feliz,
una adolescencia tranquila y una juventud auténtica exenta de sobresaltos, que le conduzca a una adultez exitosa.
Moldear
el carácter desde los primeros años lleva a la madurez, al dominio propio, a
elevar la autoestima, a obtener el sentido de responsabilidad ante los actos, a
ser fuerte y paciente ante los problemas, a saber reflexionar sobre las cosas
importantes de la vida, a depender menos de lo que otros digan, a aprender a
amar en forma voluntaria y sacrificada, a ser generoso y respetuoso. A honrar
al que honra merece y ayudar al que está en dificultad, pero sobre todo a
conocer la diferencia entre el bien y el mal y la divina presencia de Dios en su
existir.
La
educación en valores comienza cuando se establecen los deberes, las
responsabilidades y las consecuencias de
su incumplimiento y se hacen valer, forma de ser que deberán asumir los padres primero para dar buen ejemplo y así suprimir
sermones.
Hoy
en día la educación esta vista en un plano más bajo, se ha dado prioridad y
fuerza a la madurez intelectual, dejando para después la madurez afectiva. Se
enseña a “hacer” y no a “ser”.
Nuestros
niños, jóvenes y adultos inmaduros, al recibir tanta información y
desinformación globalizada a través de la televisión y el internet, hacen
propio estilos de vida y de ser que no van con la personalidad y las
tradiciones mexicanas.
Ahora, la mayor y más grave falta en la que se incurre, es en no prestar la debida atención a los hijos en cada etapa de su vida y después quejarse de su comportamiento. Es apremiante dejar de perder el tiempo y pensar más en esos niños, que muy pronto serán la generación que dirija los destinos de nuestra sociedad… en armonía o desarmonía.
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