15 de octubre de 2011

Formemos buenos hábitos a tiempo.


Por: Antonieta B. de De Hoyos

Llamó mi atención la cantidad de madres que se quejan del mal comportamiento de sus hijos (as) sean estos pequeños, adolescentes o jóvenes; y el número cada vez mayor de jovencitas embarazadas fuera del matrimonio y a edad más temprana.

Según manifestaron las inconformes, de nada había valido tanta información sobre la sexualidad en las escuelas primarias, ni secundarias, ni la difusión del uso del condón, ya que esta desafortunada situación va en aumento.

¿Dónde está el problema y donde está la solución? Indudablemente en la educación, educación en valores y virtudes humanas, ¡SÍ!, esas normas de conducta tan despreciadas y hasta ridiculizadas en la actualidad.

Cuando a un niño se le crean buenos hábitos, estos con la práctica se convierten en virtudes humanas, forma de conducta que le permite gozar de una infancia feliz, una adolescencia tranquila y una juventud  auténtica exenta de sobresaltos, que le conduzca a una adultez exitosa.

Moldear el carácter desde los primeros años lleva a la madurez, al dominio propio, a elevar la autoestima, a obtener el sentido de responsabilidad ante los actos, a ser fuerte y paciente ante los problemas, a saber reflexionar sobre las cosas importantes de la vida, a depender menos de lo que otros digan, a aprender a amar en forma voluntaria y sacrificada, a ser generoso y respetuoso. A honrar al que honra merece y ayudar al que está en dificultad, pero sobre todo a conocer la diferencia entre el bien y el mal y la divina presencia de Dios en su existir. 

La educación en valores comienza cuando se establecen los deberes, las responsabilidades y las  consecuencias de su incumplimiento y se hacen valer, forma de ser que deberán asumir los padres  primero para dar buen ejemplo y así suprimir sermones.

Hoy en día la educación esta vista en un plano más bajo, se ha dado prioridad y fuerza a la madurez intelectual, dejando para después la madurez afectiva. Se enseña a “hacer” y no a “ser”.
Nuestros niños, jóvenes y adultos inmaduros, al recibir tanta información y desinformación globalizada a través de la televisión y el internet, hacen propio estilos de vida y de ser que no van con la personalidad y las tradiciones mexicanas.

 Ahora, la mayor y más grave falta en la que se incurre, es en no prestar la debida atención a los hijos en cada etapa de su vida y después quejarse de su comportamiento. Es apremiante dejar de perder el tiempo y pensar más en esos niños, que muy pronto serán la generación que dirija los destinos de nuestra sociedad… en armonía o desarmonía.

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