Por: Antonieta B. de De Hoyos
Nos
asusta lo que pasó, lo que ya había pasado y lo que seguirá pasando. Sabemos
que es una época difícil, que los actos de terrorismo son un mal a nivel mundial, que la delincuencia “bien
organizada” le está ganando espacio a la buena sociedad y al buen gobierno, en el
preciso momento en que ambos se encuentran muy desorganizados.
Lo
triste de este evento, es que conociendo la forma de contrarrestar estas
angustias que en ocasiones llevan a la desmoralización individual y
colectiva; no hagamos nada. Estas actividades ilícitas han borrado las
diferencias sociales, económicas, intelectuales, de raza y de credo; ahora
todos en cualquier lugar por remoto o seguro que parezca, estamos expuestos a
esta clase de abusos. No hay forma de parar, la violencia se ha colado hasta
los hogares, escuelas y lugares de trabajo, al grado de convertirse en un mal
común que debemos tolerar, queramos o no.
Llegó
el momento de mirar al cielo y hacia el
interior de la persona, es tan imperante este cambio que a través del internet se
invita a la gente a rezar en familia, en el templo, en la oficina, donde
te encuentres, lo importante es que la esperanza florezca y con ella, la
seguridad de que estas súplicas serán escuchadas.
El
27 de este mes darán inicio los tradicionales 46 rosarios a la “Santísima
Virgen de Guadalupe” y será en su Santuario donde se rezarán a las cinco de la
tarde. No hay excusa, pues de no poder
acudir al templo, puede hacerse en casa con familiares y amigos.
Rezar
implica serenidad, alejamiento de todo ruido, concentración en las frases,
oraciones y jaculatorias que se van pronunciando, así como repasar sin prisas los
acontecimientos en la vida de Jesús y María. Es obligatorio profundizar y fijar
en la mente un suceso especial o una actitud por ejemplo, cuando en la
Anunciación María dijo: “Hágase en mi según tu palabra”. Practicar la meditación durante cuarenta y
seis días, acerca a la persona a Cristo por María..., se une a Él.
Otro
requisito disciplinar la atención porque es muy fácil distraerse, para ello se
puede usar una imagen o, una estampa del
misterio que se reza y hacer una relación entre éste, nuestra vida diaria y la
realidad. El Espíritu Santo ilumina al devoto para comprender ciertos aspectos
en su vida, lo mueve a la súplica por otras personas y por las necesidades del
mundo, despierta en él la generosidad y el agradecimiento adormecidos. Si
agregamos unos minutos de completo silencio después de enunciar el misterio,
viviremos con mayor pasión este milagroso rezo.
Hoy más que nunca urge fortalecer el espíritu, controlar la mente y hacer cosas buenas sin importar edad ni sexo; apremia disipar ese miedo al compromiso que paraliza, retomar la seguridad en sí mismos y acrecentar la fe. Instruir en el amor y el respeto al prójimo, da la libertad necesaria para cumplir la misión encomendada: “Vayan y proclamen el Evangelio”.
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