22 de febrero de 2011

¡Perdónanos Señor!


Por: Antonieta B. de De Hoyos

¿Dónde está Dios? Para la mayoría Dios está en las alturas, en los cielos; para otros se encuentra en la presencia del prójimo, aquel que habla y siente como yo; para pocos se halla dentro de las plantas y de los animales; para los menos, pero con extraordinaria espiritualidad, está en todo lo que la naturaleza nos ofrece, por grande o pequeño que sea.

Circulando en mi automóvil pasé frente a la Parroquia de San Juan en la colonia Roma, cuando de repente vi algo que jamás cruzó por mis pensamientos. Alguien había ordenado y alguien había permitido, la tala de los tres frondosos árboles que engalanaban el atrio de la iglesia. Me sentí morir. ¡Ahí estaban, tirados en el suelo, inertes, humillados, fragmentados sus nudosos troncos…la ignorancia, la testarudez y el poder, los había aniquilado.

Hace poco tiempo los nigropetrenses celebramos con gran júbilo, los primeros cincuenta años de la construcción de este templo, con seguridad ellos ya estaban ahí o fueron sembrados en ese tiempo con la finalidad de adornar y dar sombra. Muchos de los feligreses que acostumbramos asistir a las misas diarias o dominicales, les vimos crecer y supimos del esfuerzo que realizaban por seguir de pie después de severas tormentas eléctricas, extenuantes sequias, asfixiantes calores veraniegos y los terribles vientos huracanados propios de la región. Ahora ya están muertos; su savia inocente ha sido derramada sobre el pavimento, de nueva cuenta el hombre destruye lo creado por Dios y muestra a los transeúntes el doloroso y decadente rostro del planeta.

¿Por qué los talaron? Dicen que por viejos, enfermos, sucios, estorbosos y destructores. Si eso fue lo que motivo su muerte, ¿qué les espera a los viejos, a los enfermos, a los discapacitados, a los sucios y destructores adolescentes, a los estorbosos niños?

Es impostergable que esta acción anti ecologista conduzca a la sociedad entera a la reflexión individual y colectiva, que imaginemos el extenuante trabajo que durante décadas una pequeña semilla, a veces ignorada, realizó hasta convertirse en un árbol de espeso follaje. Nuestro templo perdió el verdor que le daba vida, ahora será una explanada de cemento que arderá como un infierno en el calcinante verano que se avecina; no habrá sombra, no habrá brisa, no habrá niños jugando a su alrededor.

“Por eso Señor: te pedimos nos perdones por no aprender a perfeccionar el futuro, por ser poco generosos y demasiado débiles en acciones ambientalistas. Esta vez te rogamos también por las personas a las que Tú concedes autoridad, para que iluminados por Ti, realicen la misión que les encomendaste…! Conservar Tú Creación!

Amén.

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