27 de febrero de 2011

El “milagro” lo realizamos nosotros, no esos medicamentos.


Por: Antonieta B. de De Hoyos

Revisando unos papeles me encontré estas recomendaciones del premio nobel de medicina, el oncólogo brasileño, Drauzio Varela, y me pareció apropiado compartirlas, dado el auge que tomaron los llamados “medicamentos milagro”, ahora prohibidos por la Secretaria de salud. La tercera edad oficialmente inicia a partir de los sesenta años, aunque por razones de mercado algunas empresas lo adelantan a los cincuenta y cinco y lo terminan a los ochenta. La cuarta edad comienza a los ochenta y finaliza a los noventa, dando paso a la quinta edad llamada longevidad que concluye cuando la vida se apaga.

Nadie está sano después de los cincuenta - afirma Drauzio Varela - los jóvenes deben ser los sanos, los viejos siempre tendremos uno o más achaques propios de la edad, pero podemos envejecer saludablemente controlando esos achaques para evitar complicaciones. Si queremos saber cuánto viviremos y como llegaremos a la edad adulta, basta mirar o recordar a los viejos, ya que la genética es fundamental para los pronósticos. Quien tuvo una enfermedad degenerativa antes de los treinta o cuarenta años, la trasmitirá a los hijos y estos tendrán más probabilidades de sufrirla si además se alimentan mal, no hacen ejercicio y su estilo de vida es incorrecto.

Somos lo que comemos, por eso abusar de ciertos alimentos nos acarrea: alta presión, diabetes, infartos, derrames cerebrales etc. Es a partir de los cincuenta que debemos desayunar bien, comer bien y cenar con moderación para que el metabolismo se equilibre, en una palabra, dejar de comer porquerías. No más gaseosas, sus componentes desgastan el páncreas y el hígado, es mejor limonada, jugos o agua, hasta la cerveza es preferible por sus ingredientes naturales. Después de los cincuenta el consumo moderado de alcohol tiene tres efectos definidos: vasodilatador coronario, disminuye el colesterol y es un sedante moderado, por eso antes de ir a la cama el autor recomienda un trago, de whisky o vino rojo y si lo haces en compañía de las personas que quieres, el efecto se duplica, pero solo un vasito, si lo aumentas te dañará y morirás más pronto.

No hay que exagerar en los dogmas, nada reemplaza la alegría y el placer de departir con los que se ama, no hay grasa ni trago que no se metabolice en un momento inesperado de felicidad. Decir que lo comido y lo vivido nadie nos los quita, es cierto, todo se queda en el cuerpo y lo expresaremos en la vejez. Las malas noches, las parrandas, los excesos de todo tipo hacen la vida de viejo muy dolorosa, vergonzosa e infeliz, y lo peor es que también a la familia.

Cuando en la pareja uno de los dos muere, llega la soledad y rompe lo establecido, aunque lo importante es no perder el control del entorno, saber decidir con quién salgo, como vestirse, a qué horas acostarse, como distraerse, que compro. Porque cuando ya no se puede hacer eso, lo mejor es agradecer con una espléndida sonrisa, las atenciones y los cuidados que se nos brindan.

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