28 de noviembre de 2009

Adviento: tiempo de recuperar la fe y la felicidad.


Por: Antonieta B. de De Hoyos

De nueva cuenta los especialistas en lo que se refiere a la conducta humana, muestran las escalofriantes estadísticas relacionadas con los suicidios que cada fin de año se presentan, provocados por la depresión y la ansiedad agobiante. Contradictorio resulta entonces, que precisamente durante las semanas en que la mayor parte de la humanidad sin importar niveles, reciba eufórica el nacimiento del Niñito Jesús y despida al año viejo esperanzado en el nuevo, se tomen estas dolorosas decisiones que se acrecientan al ingresar a la lista niños y preadolescentes.

Hace unas semanas platicando con una joven profesionista de edad madura y aprovechando su vasto conocimiento, aprendí que la depresión llega cuando el individuo se queda estancado en las malas experiencias pasadas, y la ansiedad, cuando miran el futuro como única posibilidad para asegurar su felicidad y la de los que ama.

Por supuesto, que vivir en el presente es más complicado porque es un tiempo en donde debes echar mano de virtudes aprendidas en la infancia, si no quieres caer en vicios que poco a poco deterioren tu cuerpo y tu alma. Dar ejemplo de una vida cristiana es un enorme compromiso con uno mismo y con la familia, conducta de respeto que sostener hoy, se ha tornado difícil.

Pero, pasar por el presente como zombi, o intentando resolver solo las situaciones adversas que se presentan, es el mayor acto de soberbia y estupidez humana, solo el que ha caído y vuelve sus ojos a Dios para levantarse, reconoce que con Él todo se puede.

Cuando el adviento llega, trae consigo la más bella temporada del año. Son los días, las semanas en que todo lo que nos rodea; lucecitas en las casas, adornos en las calles, música, olor a panecillos, temperatura climática baja que exige calor humano. Todo nos conduce a la reflexión, a la meditación profunda que permite a nuestra mente derribar esas barreras de depresión y ansiedad, que impiden retomar la fe y gozar de la auténtica felicidad.

Cuando yo comprendí que los errores son para aprender de ellos, para avanzar, para usarlos como experiencia viva y evitar con ellos el sufrimiento a otros; limpié mis lagrimas y aunque temerosa volví mis ojos a Dios, fue en ese inolvidable instante que percibí su inmenso amor por mí, sentí en mi corazón su infinita misericordia, que por años no había buscado.

Adviento, es el tiempo idóneo para el reencuentro no solo con Dios, sino también con nuestros semejantes. Hay algo especial en el ambiente, que nos induce a dar el perdón y a ser perdonados; se respira amor, ternura, compasión.

Aprovechemos el adviento y tomemos un rosario, un librito de rezos, oremos solos o acompañados, abracemos, besemos, sintamos la tibieza de otras manos, sonriamos, digamos cosas bonitas. A lo mejor la situación social, económica y política del país no cambia, pero la manera de percibirla nosotros sí, ¡Gracias a Dios!

No hay comentarios: