Colaboración especial de Antonieta B. de De Hoyos
Esta comprobado que sin importar el tiempo transcurrido siempre habrá algo que sorprenda, sobre todo en lo que concierne a medios de comunicación, publicidad y política. A través de la televisión durante esta semana, se ha estado trasmitiendo un video en el que aparece una bella quinceañera apesadumbrada por lo que supone será su futuro inmediato, según sus cálculos y de acuerdo al ambiente en el que se desenvuelve, en dos años como máximo quedará preñada, su novio la abandonará y su familia al igual que la sociedad le dará la espalda, situación que anula por completo su proyecto de vida. Enseguida aparece en pantalla la candidata de este partido político minoritario, la que en su afán por trascender hace uso de estadísticas (?) y comunica a sus conciudadanos la increíble cantidad de mujeres jóvenes y no tan jóvenes que mueren (una cada tercer día) a consecuencia de practicarse un aborto clandestino. Su noble propuesta es legalizar el aborto, porque de esa manera no hace daño.
El aborto, los partos prematuros, las muertes al nacer, son riesgos frecuentes en la etapa reproductiva femenina, dato avalado desde la antigüedad y aplicado por ginecólogos modernos. Pero lo cierto es que aunque goces de excelente salud física, te encuentres en la juventud dorada y recibas una atención medica de primera; el organismo de todas formas se lastima y sufre de algunas secuelas.
¿Y que decir de la salud del alma? Por más que los médicos aseguren que hicieron hasta lo imposible por salvar al bebé y que las personas que te aman te repitan hasta el cansancio que fue la voluntad de Dios, siempre en el corazón de la madre frustrada queda la sensación de que pudo evitarlo. Para mí, un aborto provocado o espontáneo, clandestino o legalizado, es un incidente que deja huella indeleble en la mujer; su mirada adquiere un dejo de tristeza por ese hijo que no llegó, superar la pérdida se le dificulta, su dolor se eterniza, le falló a quien se confió.
Hasta el día de hoy no se ha comprobado que un acontecimiento como éste, impacte de igual manera la vida del varón. Un aborto imprevisto de seis semanas y un parto prematuro de cinco meses y medio, alteraron por siempre mi existir a pesar de haber sido exonerada de culpa.
Por eso me parece insólito, difícil de aceptar que sean mujeres las que ofrecen como solución a problemas externos, la legalización de la práctica del aborto. Es hundir a la criatura que Dios bendijo con el don de procrear, en un mundo de conflictos internos de los que nadie, ni las mismas leyes por muy complacientes que sean, podrán sacarla.
Necesitamos legisladores, gobernantes, munícipes, maestros y padres de familia que no se alejen de los caminos con corazón. Es urgente retomar el equilibrio entre la materia y el espíritu, que revaloremos la tranquilidad de conciencia.
Los vicios que corrompen a la sociedad actual, son el resultado de la elaboración de leyes incorrectas y del incumplimiento de las correctas. Educar en la responsabilidad de engendrar, en las obligaciones y derechos de los que ya existimos, para con aquellos que no han pedido existir, tendría mayor mérito y mejores resultados.
Antonieta B. de De Hoyos mayo 13/09
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