26 de marzo de 2013

¿Y usted y yo?

Por: Rosaura Barahona

Nos quejamos de lo rancio de la Iglesia, pero hoy el Papa nos da la oportunidad de ayudar a orearla.

Hay tanta información sobre el Papa Francisco que da para muchos artículos. No obstante, debemos poner atención a otros asuntos. Hoy, sin embargo, va una reflexión más sobre él.

Para los interesados en el tema, católicos y no, ha sido alentador ver su actitud y acciones concretas en los primeros días de su papado.

Ha roto el protocolo en cuanto a vestimenta, saludos, misas, contacto con el pueblo, medios de transporte (incluido el papamóvil) y boato cotidiano.

Celebró una misa para los jardineros, los basureros y el personal de intendencia en una de las capillas del Vaticano; al momento de la oración personal, se sentó en una de las últimas filas.

Da misa como cualquier sacerdote y, al finalizar, saluda a los asistentes.

El Jueves Santo, en lugar de lavar los pies a 12 Cardenales en la Basílica de San Pedro, los lavará a 12 jóvenes detenidos en una cárcel.

En la ceremonia de entronización recordó a los líderes del mundo: "Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder... debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe".

Su entrega ha soslayado las acusaciones en su contra.

Ha sido reconocido por especialistas y teólogos.

Nosotros, espectadores conmovidos, lo aplaudimos, lo platicamos, nos alegramos y volvemos a nuestra rutina diaria concentrados en nosotros mismos y sin pensar mucho en los demás porque el Papa no nos necesita... ¿o sí?

Muchos olvidamos que cambiar a la Iglesia católica para que se ocupe también de los pobres no es una tarea exclusiva del Papa porque la Iglesia somos todos.

Podemos ser espectadores comodinos, porristas o activistas. Lo primero y lo segundo se nos da, ¿pero lo tercero? Ahora alguien nos señala el camino y nos pide ayuda, por eso debemos imitarlo o no volver a criticar a la Iglesia jamás.

El Papa renunció a sus zapatos Prada y usa calzado sencillo (incluso tenis). Si usted y yo no tenemos Prada, ¿a qué renunciaremos para aumentar la sencillez de nuestra vida y compartir lo ahorrado al reducir nuestro consumismo banal y ofensivo?

Una empresa de negocios católica dedicada a reclutar sólo gente de dinero, blancos y sin defectos físicos inventó una escala para que sus socios llegaran por ella al cielo.

Una integrante de tan elitista club me decía que, para ascender por esa escala, deben hacer sacrificios. Por ejemplo, si ella va a comprar un vestido de 8 mil dólares, compra uno de 6 mil y dona los otros 2 al club. (Hay de sacrificios a sacrificios, ni duda cabe).

Los integrantes del club, junto con otro muy parecido, son los que reunieron en las elecciones de 2006 a sus jardineros, cocineras y personal de servicio para convencerlos de no votar por AMLO.

Y es que muchos ricos y clasemedieros ven a los pobres como entes baratos, desechables e indefensos, útiles para lograr sus fines. Hoy el Papa quiere dejar eso atrás, pero sin el cambio de mentalidad de tales grupos sociales no lo logrará.

La tarea de transformar a la Iglesia católica tomará mucho tiempo y quién sabe si se logre. Los vividores de dentro y de fuera ya están rechinando y no se cruzarán de brazos. Así que tomemos las cosas con calma. En unos años no se resolverá la larga lista de pendientes.

Se dice que la Iglesia no está hecha para complacer a nadie y que defiende los principios de Dios. No es verdad; muchas tonterías fueron inventadas por seres humanos corruptos, sedientos de poder y de dinero.

Quienes se oponen a actualizar a la Iglesia, olvidan que los principios del cristianismo fueron (y deberían seguir siendo) revolucionarios. En 2 mil años, la Iglesia pasó de la vanguardia más osada a la retaguardia más atroz: ciega, sorda y coludida con el poder. ¿Por qué?

Si el Papa busca humanizar a la Iglesia para que los pobres puedan alcanzar un nivel digno de vida y un trato igual al que recibimos los privilegiados, ¿cómo participaremos usted y yo en ese intento?

Nos quejamos de lo rancio de la Iglesia. Hoy nos están dando la oportunidad de contribuir a orearla y a hacerla más justa. Quizá no sepamos qué hacer, pero sí sabemos qué no hacer: continuar como hasta ahora.

¿O será éste un caso más de "Hágase tu voluntad en los bueyes de mi compadre... (el Vaticano)". Usted decida.

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