21 de marzo de 2013
Un Jesuita ante Jesus
por: Antonieta B. de De Hoyos
Siempre he sentido admiración por las personas que pertenecen a la compañía de Jesús, he sabido que poseen una extensa cultura, que son fervientes creyentes y que su misión es ayudar a los más pobres y desamparados.
A la fecha cuentan con 20,170 miembros, 14,148 son sacerdotes, 1,983 hermanos y 4,039 religiosos en formación. Están en 27 países con 56 universidades en 19 de ellos, y casi 400 mil alumnos cuyo curso dura doce años y requiere varios idiomas.
Es una orden religiosa de la Iglesia Católica Romana fundada por San Ignacio de Loyola, hoy la mayor de todas. Los Jesuitas practican los tres votos normales de la vida religiosa: obediencia, pobreza y castidad, además uno extra, de obediencia al Papa, reservado para aceptar de manera incondicional el lugar a donde él les confiera. El término Jesuita data del siglo XV y hace referencia a la persona que usa demasiado o se apropia, del nombre de Jesús. Su lema es “A la mayor gloria de Dios”.
En la espiritualidad que profesan destacan los siguientes conceptos. El “tanto cuanto”: El hombre puede utilizar todas las cosas que hay en el mundo tanto cuanto le ayuden para su fin, y de la misma manera apartarse de ellas en cuanto se lo impidan. La “indiferencia”: La necesidad de ser indiferente a las cosas del mundo, en el sentido de no condicionar a situaciones materiales la misión que el hombre tiene en su vida, enfocándose a lo importante y trascendente. El “más”: es solo desear y elegir lo que más nos conduce al fin para el que fuimos creados, realizar la misión de la mejor manera posible, con pasión, sin medias tintas como se acostumbra ahora.
Leer la trayectoria del Papa Francisco, es entrar en una vida llena de amor a Dios y al prójimo. Durante su ordenación sucedió algo que me estremeció, fue cuando los 134 mandatarios, invitados especiales pasaron a saludarlo; algunos de mano, los menos con una reverencia y un beso en el anillo papal. Mientras observaba recordé aquel pasaje bíblico, que narra la manera como los seguidores de Jesús se enojan porque convive con malhechores y prostitutas, a lo que él responde que vino a este mundo en busca de pecadores para su conversión.
Viendo pasar la lenta y larga fila de mandatarios visualicé la pobreza extrema, el narcotráfico, el abuso y muerte de inocentes, la violencia social y familiar, el desempleo, la deficiente educación de las masas, la inequitativa repartición de la riqueza y del hábitat, que están sufriendo millones de personas, representados ahora por sus mandatarios, los que arribaron al lugar vestidos con elegancia y en sus jets privados.
Gran trabajo le espera a nuestro Papa Francisco, cuyo corazón late al unísono del de los despojados, cantidad que va en aumento a la par que la corrupción y la ambición en la realeza, magnates empresariales y gobiernos.
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