Evocando la ciudad de
Mexico, mi ciudad natal en epocas decembrinas.
En mi ya muy lejana
por cierto, niñez y adolescencia era un verdadero deleite cuando mi madre nos
llevaba a mis hermanas y a mi, a los diferentes mercados, era como algo magico
a nuestros infantiles ojos, el colorido de las piñatas primorosamente
decoradas, casi siempre en forma de estrella,
que sabemos simboliza los siete pecados capitales; el
olor maravilloso de pinos naturales, las esferas, los farolitos de papel; esa
mezcla deliciosa de los olores de las frutas, tejocotes, guayabas, limas,
jicamas, cañas, naranjas, y claro los indispensables cacahuates y colaciones,
confites, canelones, para el relleno de las canastitas, hechas de mimbre o de
papel crepe.
En mi pacifico
vecindario en aquel entonces, una señora maravillosa de una gran dulzura año
con año y con gran devocion, instalaba en el patio de su casa un gran
nacimiento, decorado con gran creatividad y lo mas apegado a lo que marca el
suceso biblico, con infinidad de peregrinos, luces, escarcha y por supuesto en
un fondo de heno y musgo. De la misma forma ponia mucho esmero en previamente
preparar a los niños que participaban en la representacion de la pastorela.
Las posadas se
celebraban como sigue siendo hasta la fecha del 16 al 24 (tristemente ahora se
le da un sentido muy diferente) recordando el peregrinaje de la Virgen Maria y
el señor San Jose de Nazareth a Belen, buscando un lugar donde alojarse para
esperar el nacimiento del niño Jesus.
En cada una de ellas
se pedia posada; a todos los invitados se les entregaban sus velitas
de colores y se entonaban letanias y villancicos y el dia 24, la ilusion era
ver colgada la esperada piñata, en aquel entonces ollas autenticas de barro y
rellenas de fruta y una vez que era quebrada abalanzarse para recoger la fruta
y la obligada reparticion de las canastitas que hacian el deleite de los niños.
Otro encanto de esos
dias era ir al centro de la ciudad para ver la hermosa iluminacion, que todavia
se da por supuesto especialmente en el Paseo de la Reforma, la Alameda Central,
la avenida Juarez, en el Zocalo, donde verdaderos artistas forman diferentes
figuras navideñas y que decir de las deliciosas castañas asadas que nos
ofrecian las vendedoras ambulantes sentadas en las banquetas con su anafre. No
podia faltar el Santa Claus para tomar las fotos con los chiquillos.
El punto culminante
era la cena, con el mismo menu que hasta la fecha sigue siendo el tradicional,
los romeritos, el pescado bacalao que debia ser del mejor, el noruego que no
tiene espinas, la ensalada de nochebuena, sin faltar el aromatico ponche y el
rompope y si habia posibilidades los datiles, y turrones españoles.
Hermosa
epoca!!!………. afortunadamente todavia hay muchas personas que se apegan a estas
celebraciones dandoles el verdadero sentido que tienen de religiosidad y
reflexion.
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