Por: Antonieta B. de De Hoyos
Cuenta una leyenda nórdica que un
espíritu procedente de la lejana galaxia del universo, vino a la Tierra y se
instaló en el hemisferio norte, para repartir aquello de lo que no puede
prescindir el ser humano: paz, amor, armonía y alegría.
Nuestros antepasados sabían que algo
especial pasaba en el planeta el día más corto del año, lo que quiere decir es,
que en todas las épocas se reconoce que desde el 21 de diciembre una energía especial envuelve a la madre
Tierra.
Se cree que en la mayor oscuridad de las
noches largas del solsticio de invierno, es cuando recibimos el espíritu de la
Navidad, una luz luminosa que despierta en nosotros sentimientos de amor y paz.
Muchos maestros han nacido en estos días, pero uno en especial, ha marcado
nuestra vida con su ejemplo de amor ilimitado, su pureza de intención, sus
grandes lecciones de justicia, de amor y perdón, y ese es Jesús, el Hijo del
Padre, que llegó en los precisos momentos de mayor oscuridad.
Esta bendita energía nos ayuda a
perdonar y a olvidar desavenencias, despierta el entusiasmo en todo lo que
hacemos; razón por la que recibimos y damos regalos que expresan amor y
solidaridad hacia nuestros hermanos. Desafortunadamente el consumismo actual,
ha logrado rebajar este maravilloso regalo divino al nivel humano, al grado de
que mucha gente se olvida de recibir esta gran luz de energía, que cada año nos
visita.
Comencemos hoy con una limpia de casa
y de corazón. Botemos todas las cosas viejas y dañadas, los odios y rencores,
el pesimismo y la confusión, para que podamos recibir el amor que viene del
cielo y que generará en nosotros nuevas y mejores experiencias. Es importante
comprender que este es un instante sagrado, Dios nos está dando una energía de
esencia sagrada, una luz de vida a nuestra alma y corazón.
La palabra Navidad habla de una noche
bendita, de un tiempo de dulce espera y una grata ilusión. Navidad es la
esperanza que viene a traernos pensamientos positivos, deseos hermosos; es el
ensueño de cambios profundos. Cerramos el ciclo del año presente y abrimos en
armonía el ciclo del año que inicia.
Meditemos y pidamos paz para nuestro
planeta, nuestro país y nuestra comunidad, pidamos por que los gobernantes sean
honestos, por los niños pobres y desamparados, por las familias desunidas, por
los enfermos y por los ancianos desvalidos. Después pidamos por nosotros mismos
para que logremos el cambio que necesitamos.
Saquemos de nuestro hogar la
violencia, las discusiones, peleas, gritos, malas palabras, insultos, toda la
energía negativa que impide la entrada del espíritu de la Navidad. Borremos de
nuestra vida los malos recuerdos, tengamos presente los momentos bellos.
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