Por: Antonieta B. de De Hoyos
Hace unos días por la mañana, mientras
escuchaba el noticiero acostumbrado, llamó mi atención una noticia. Los
conductores hablaban de la polémica que provocó, la aplicación de la ley anti
fumadores en todos los espacios cerrados de la ciudad. Se hizo la aclaración de que esta ley estaba
vigente desde años anteriores, pero que hasta ahora se ejercería con todo el rigor y sin
distinciones.
Pero ahí no queda todo, el problema es
que las personas que más se niegan a obedecer son las mujeres, que en la
actualidad representan el mayor porcentaje de fumadores.
En este siglo XXI, en la era de la
comunicación, es inaceptable que después de tanta información relacionada con
el daño que causa el tabaco, aun se siga fumando; pero sobre todo después de conocer
los resultados de las arduas investigaciones que científicos de prestigio
realizan alrededor del mundo, en las que se advierte que el mal causado es
irreversible y que en el organismo femenino se multiplican las consecuencias.
Aquí es donde no encuentro las
palabras adecuadas, para dar nombre a esta actitud autodestructiva. Haciendo un
balance y regresándonos a la infancia
nos daremos cuenta que durante esos años de desarrollo tan importante, los
padres pasaron por alto la educación en la virtud de la voluntad, esencia del carácter que más tarde lleva al
adulto al éxito o al fracaso.
El informante hizo referencia al
fuerte “carácter” de estas mujeres adictas a la nicotina, que se negaban
contundentemente a dejar de fumar dentro de los recintos, alegando sus derechos
y placeres personales.
Aquí fue donde me hice la pregunta: ¿carácter
o intransigencia?
El carácter se ve fuertemente influido
por el ambiente, la cultura, la educación, el entorno social y familiar, el
núcleo de amistades o de trabajo, etc. Uno de los factores esenciales del
carácter es la voluntad unida al temple, como la expresión del autodominio
sobre los propios comportamientos, decisiones en las que se ejerce la libertad,
pero condicionadas por el deber, la responsabilidad, y el respeto a límites
sociales o morales.
La intransigencia: Es
un sinónimo de necedad. Es equivalente a decir que alguien no permite el
ingreso de ideas, que modifiquen o rebatan las propias. Alguien que no
considera que el otro pueda tener razón y pretenda ganar la discusión
aferrándose irracionalmente a su ideología, significa que no se cede para
acabar con una diferencia o discusión.
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