Por: Antonieta B. de de Hoyos
Me declaro apolítica en el sentido de que no pertenezco a
ningún partido, pero debo aceptar que me enriquece como nunca el tiempo de
elecciones. Es este un gran ejercicio mental que permite escuchar propuestas,
investigar vidas privadas de los candidatos,
conocer la trayectoria del partido, sus planes a futuro etc.
Esta es la manera perfecta para que los electores nos
formemos una idea más o menos clara, del hombre o mujer que será nuestro
favorito (a) llegado el momento.
Es ahí, en ese escudriñar, en el que se juega nuestra
victoria o nuestra derrota. Es en ese honrado conteo de votos, cuando el pueblo
queda satisfecho o insatisfecho con los resultados.
Gracias al internet y a las redes sociales, muchos de
nosotros pudimos, aunque hoy seamos
minoría, enterarnos de lo acontecido en las casillas, casi en el mismo instante
en que se produjera, en cualquier punto de nuestro extenso país.
Pasada la euforia, pienso que lo más trascendente en este
acto cívico sexenal, no radica en el antes, durante y después de la votación,
sino en la forma, las estrategias, que se aplican para ganar.
De acuerdo a las últimas informaciones recibidas a través
del internet, existen infinidad de pruebas, datos, grabaciones y videos que muestran
a la ciudadanía, la manera como algunas personas realizaron actos corruptos dentro del tiempo
que duró la votación.
Nunca he estado de acuerdo con Maquiavelo, seguramente
porque mi postura es cristiana.
Pensar que gobernantes y otros poderes han de estar por encima de la ética y la moral dominante para conseguir sus objetivos o llevar a cabo sus planes, no va conmigo.
Pensar que gobernantes y otros poderes han de estar por encima de la ética y la moral dominante para conseguir sus objetivos o llevar a cabo sus planes, no va conmigo.
Vivimos tiempos difíciles: en lo económico, en lo social
y en lo espiritual. La mayoría de nosotros deseamos con gran fervor que en este
milenio retomemos la paz y la armonía.
La humanidad debe regresar hasta el mismo instante en donde se perdió lo
añorado. Buscar con avidez ese estilo de vida que nos permita trascender.
No se trata de intercambiar triunfos por derrotas, se trata de ponderar y demostrar
en el diario vivir los beneficios infinitos que nos da el vivir y convivir como
Dios manda.
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