1 de marzo de 2012

Obesidad Mental

Por: Ramón de la Peña Manrique


Hace poco fui invitado a una reunión organizada por el capítulo Nuevo León de la asociación A Favor de lo Mejor, cuya misión es lograr que los medios de comunicación, en su propósito de entretener e informar al público, contribuyan también a su educación, cultura y desarrollo humano. Quieren lograr que los medios promuevan lo constructivo, lo digno, lo mejor del ser humano.
En la reunión platicó sobre el tema César Mauricio Velásquez Ossa, Embajador de Colombia ante el Vaticano, Secretario de Prensa de la Presidencia durante el mandato de Álvaro Uribe, y experto en comunicación y en relaciones internacionales.


Cuatro conceptos me llamaron la atención de su plática: el mejor programa para tener un Estado fallido es promover una cultura de impunidad y corrupción, la cual conduce a situaciones extremas como el clima de inseguridad que estamos padeciendo; debemos rescatar el valor de la vida humana, no debe haber muertos de primera, segunda o tercera, dependiendo de quién es, a quién representa o cuánto vale; debemos tener paciencia mientras se resuelve el problema, pero debe ser una paciencia activa y crítica; y debemos evitar los morbodramas que cotidianamente usan muchos medios de comunicación.

Este último comentario me recordó un mensaje que recibí por internet, basado en el libro de Andrew Oitke, "Mental Obesity" (Obesidad Mental), que plantea el concepto de la obesidad mental como un importante problema de la sociedad actual.

El mensaje destaca como punto de partida que apenas ahora estamos tomando conciencia de la obesidad física, como un problema de salud importante entre nuestros ciudadanos, originada por una alimentación sin reglas ni moderación, e impulsada por la llamada comida rápida.

Pero nos advierte que debemos concientizarnos, como lo trata de hacer la asociación A Favor de lo Mejor, ya que los abusos en el campo de la información están creando problemas tanto o más importantes que los de la obesidad física.

El mensaje insiste que nos hemos enviciado gracias a estereotipos inapropiados, a juicios apresurados, a pensamientos pequeños y tacaños y a condenas precipitadas de personas, programas y reputaciones.

El autor se pregunta quiénes son los cocineros de esta comida rápida mental. Entre ellos hay argumentistas y realizadores de televisión, radio y cine; actores de los diferentes medios de comunicación (comentaristas, periodistas), y autores de tantos mensajes y comentarios que pululan por internet y sus esquemas de efecto multiplicador, añadiría yo.

Para muestra usted puede sintonizar cualquier programa vespertino o nocturno de la televisión local diariamente o alguna emisión de radio en ciertas horas, que promueven con toda naturalidad la ofensa pesada, la humillación y hasta la violencia.

Después pasa a describirnos la comida rápida mental al decirnos: "Los noticieros y telenovelas son las hamburguesas del espíritu, y las revistas y novelas son las donas de la imaginación", entre otras cosas.

Concluye con dos aspectos importantes: "Con una alimentación intelectual tan cargada de cadáveres de reputaciones, adrenalina, romances ardientes, violencia y emociones encontradas, es normal que nuestros jóvenes difícilmente consigan una vida saludable y equilibrada; y el problema central está en la familia y en la escuela".

Y en los medios que promueven ese tipo de comida rápida mental y en los empresarios que apoyan con su patrocinio esos programas, añadiría yo.

Cualquier padre responsable, destaca el mensaje, sabe que sus hijos se enfermarían si sólo comieran dulces y chocolates.

No se entiende entonces, y sobre esto debemos reflexionar todos los papás, los educadores, los comunicadores, los medios de comunicación y los empresarios y funcionarios públicos, cómo es que tantos aceptemos que la dieta mental de nuestros jóvenes esté compuesta por ese tipo de comida rápida intelectual.

Como ve, estimado lector, necesitamos promover una buena dieta mental para nuestros jóvenes.

¿Nomás para ellos?, me preguntó mi correctora de estilo.

Claro que no: para todos, le respondí.

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