10 de marzo de 2012

La mujer y los retos del milenio


Por: Antonieta B. de De Hoyos

Gracias a diferentes lecturas, he podido constatar el gran esfuerzo realizado por miles de mujeres mexicanas, para obtener sus derechos fundamentales y, la manera  como muchas de ellas ha sacrificado y siguen sacrificando su vida personal, en pos de sus ideales. Desafortunadamente el trabajo de la casa y su poca experiencia laboral, le obligan a tomar empleos de poca calidad y mal remunerados.

La verdad es que relativamente son pocas, las que han logrado la igualdad en el trabajo y en la responsabilidad en el hogar, como para poder participar en espacios públicos y puestos de decisión y mando. Condición que les permite un desarrollo pleno de sus capacidades y además disfrutar de mejores puestos con magníficos salarios. 

Aun hoy, para los varones es más productivo fijar en la mente y en el corazón de la mujer, que el matrimonio no es el fin único de su existencia; antes que abolir la actitud terrible y destructora del machismo, conducta de la que muchos se vanaglorian cuando se empecinan en no reconocer el talento y la dignidad femenina.  

En pleno siglo XXI, para que ella pueda lograr sus sueños y desempeñarse en su vocación, es indispensable que se esfuerce por alcanzar su independencia económica, pues solo con la fuerza del dinero está demostrado que podrá continuar exigiendo la equidad en los accesos a la educación, profesionalización y vida laboral.

Este mundo fue creado por hombres y para hombres, pero ya han cometido muchos errores y el principal, no tener la suficiente humildad para reconocer el valor femenino. Cuando se enfrentan dos personas de diferente género, intentando uno dominar al otro, siempre habrá tensiones. Pero si uno de los dos (en este caso los señores) goza de  privilegios y triunfa sobre el otro, por lo regular no es justo y cae en la dominación.   

Gracias a Dios soy mujer y me siento orgullosa por el propio hecho de serlo. Toda mi vida he confiado en la intuición femenina y jamás me ha fallado. Creo firmemente que todas podemos enriquecer el futuro de este mundo e incentivar la plenitud de las relaciones humanas. Hoy las mujeres buscamos la prosperidad para todos, para el esposo y para los hijos, queremos el equilibrio físico, mental, emocional, espiritual y financiero. 


Urge que se le deje de ver como símbolo sexual, que se den cuenta todos y muchas, que la belleza de una mujer no está en la ropa que se ponga o que se quite, ni en la figura natural o artificial que tenga. La belleza de una mujer está en sus ojos, ellos irradian el amor que hay en su corazón. La verdadera belleza de una mujer está en su inteligencia, en su capacidad de servir, en la pasión que muestra en lo que hace. Los años no la dañan por el contrario, acrecientan su sabiduría y su decoro  femenino.

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