Por: Ramon de la Peña Manrique
A propósito de los
recientes artículos que he publicado, un ex alumno me escribe que está de
acuerdo con mis mensajes: no es comprensible que aceptemos que la dieta
intelectual de nuestros jóvenes esté cargada de cadáveres, adrenalina y
emociones encontradas, y que para tener una mente sana hay que alimentarla con
pensamientos positivos e impedir que los negativos se alojen en ella.
Mi ex alumno continúa: ¿qué ocurre con toda esa
información chatarra que nos están recetando las comisiones estatales
electorales, el IFE, los spots publicitarios de los partidos políticos, los
gobiernos municipales, estatales y federal?
Sería una excelente dieta mental si suspendieran,
o no tomáramos en cuenta, ese flujo de spots publicitarios que nos molestan
como la plaga de zancudos mencionada en uno de mis artículos, concluye mi ex
alumno.
Efectivamente, me dije, necesitamos una dieta
política reequilibrante, pues la plaga de zancudos informativos nos puede
conducir a perder la capacidad reflexiva para evaluar a los candidatos y sus
programas.
Para iniciar la dieta política podemos seguir la
dieta mental propuesta por Emmet Fox en su libro "The Seven Day Mental
Diet" evitando o matando los zancudos informativos inútiles, innecesarios
y molestos.
Pero, por otro lado, después de la dieta mental de
siete días debemos aprender a analizar, discernir, eliminar y aprobar o
reprobar los mensajes que continuamente vamos a recibir de candidatos y
partidos durante los próximos meses.
Podemos usar para esta evaluación la prueba
cuádruple de los Rotarios: de lo que se piensa, se dice o se hace, ¿es la
verdad?, ¿es equitativo para todos los interesados?, ¿creará buena voluntad y
mejores amistades?, ¿será beneficioso para todos los interesados?
También podemos seguir el proceso que destaca el
gurú y místico indio Osho en su libro "Cambio. Cómo Convertir una Crisis
en una Oportunidad" para evaluar a los y las candidatas a algún puesto de
elección popular.
Primero preguntarnos si lo que proponen es una
reforma, una revolución o una rebelión. No se asuste, estimado lector, Osho no
está proponiendo una nueva revolución como la de 1910.
Osho usa como ejemplo de las tres propuestas el
arreglo de una casa: la reforma no demanda demasiado, engalana tu puerta de
entrada, te dice, pero puedes dejar que el resto de la casa siga estando sucia.
La revolución es algo más profunda, pero sólo un
poco: cambia tu sala para que puedas invitar a la gente a sentarse ahí, pero no
vayas más allá, la cocina está sucia y mugrienta y mejor ni hablar del baño.
La rebelión se inicia arreglando primero el cuarto
de triques, los baños, las recámaras, la sala, el comedor, la cocina para
terminar finalmente con la fachada y la puerta. Sólo entonces tendremos un
excelente País.
Para mí, en la casa educativa tenemos un cuarto de
triques con más de 35 millones de mexicanos, mayores de 15 años, que, sin estar
en la escuela, no tienen la educación básica terminada y que ganan entre uno y
dos salarios mínimos.
La reforma en este caso implica generar nuevos
compromisos como la obligatoriedad del bachillerato; la revolución implica
apoyar a las universidades y a los centros de investigación, pero la rebelión
debería de iniciarse atendiendo primero el cuarto de triques y los problemas
profundos de nuestro sistema educativo para después arreglar lo demás.
Podemos finalmente seguir la recomendación de un
grupo de amigos que apoyan el Hospital Metropolitano, quienes nos proponen
evaluar mediante los siguientes factores a los candidatos: ¿tienen
experiencia?, ¿tienen carácter firme?, ¿han demostrado que saben solucionar
problemas?, ¿son honestos?, ¿han sido congruentes entre lo que dicen y lo que
hacen?
Recuerde, estimado lector, que no tiene la culpa
el candidato, sino el que lo hace compadre. Y no sólo el que lo hace compadre,
me dice mi correctora de estilo, sino todos los que votamos por él por las
razones equivocadas (por guapo, elocuente o joven) y más culpables aún son
aquellos que no votan.
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