12 de febrero de 2012

Dios creo en Ti, me dijo.


Por: Antonieta B. de De Hoyos

El viernes de la semana pasada mi nieto de seis años, me comentó que le gustaba mucho mi casa y que le gustaría vivir conmigo, pero como eso es imposible me pidió permiso para cuando menos quedarse a dormir esa noche, ya que al día siguiente no tenía que ir al colegio.

Me sorprendió su solicitud porque está muy apegado a su madre, pero yo encantada le dije que sí. Estaba segura de que llegado el momento, se arrepentiría y volaría al lado de su mamá como lo había hecho en ocasiones anteriores.

Grande fue mi sorpresa cuando le vi llegar muy bañado, peinado y perfumado, vestido con su piyama y calzando sus pantuflas. Aun así seguí sospechando, que pasadas algunas horas me pediría que lo llevara de regreso a su casa.

Merendamos, vimos un rato la televisión, platicamos bastante, hasta que consideramos que era tiempo de irnos a dormir, pero antes de eso, había que realizar el ritual correspondiente en el que se incluye el lavado de dientes y mi  rezo del Rosario de la  Confianza. Se quitó sus pantuflas y de un brinco se colocó en el centro de la cama, en el buró alumbraba la lamparita de mesa, con una tenue luz que invitaba al sueño.

Ya con mis piyamas puestas me adentré en las cobijas, me puse cómoda y empecé mi rezo, de reojo veía como me miraba atentamente. Tan pronto  terminé me pidió el rosario, diciéndome que ahora le tocaba a él rezar. Le di las instrucciones y le recomendé que en cada cuenta repitiera  “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”. Se persignó y empezó a pasar las cuentas. Me admiró la destreza con la que lo hacía. Intrigada me preguntaba ¿Qué estará diciendo que va tan de prisa? pasados unos cuantos minutos, se persignó y me regresó el rosario.

Mi curiosidad fue más fuerte que mi discreción, no pude contenerme. Mientras se acurrucaba, le pregunté si no se le había hecho complicada la repetición de la jaculatoria, a lo que me respondió muy satisfecho que el solo había dicho en cada cuenta “Dios creo en Ti” y cerrando sus ojos se dispuso a dormir.

Me quedé sin habla, tenía años rezando mi rosario con una jaculatoria un poco complicada y en unos cuantos minutos mi nieto, percibiendo su esencia la había transformado. Fue entonces que recordé “Aquel que no se haga como un niño no entrará en el reino de los cielos”. Palabras de Jesús en las que hace referencia a ser como  niños en el espíritu, porque si alguien nos da ejemplo de inocencia, sencillez, pureza, sinceridad y cariño son precisamente los niños. En ellos no se da la doblez, morbosidad, envidia, que desgraciadamente florece a veces en los adultos. Los niños conquistan a todo mundo por su espontaneidad e ingenuidad que nace de su sencillez.

De ahora en adelante, buscaré más ocasiones en las que pueda compartir con niños, creo que con su forma de ser despejarán en mucho, mi ignorancia.

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