Por: Antonieta B. de De Hoyos
El
viernes de la semana pasada mi nieto de seis años, me comentó que le gustaba
mucho mi casa y que le gustaría vivir conmigo, pero como eso es imposible me
pidió permiso para cuando menos quedarse a dormir esa noche, ya que al día
siguiente no tenía que ir al colegio.
Me
sorprendió su solicitud porque está muy apegado a su madre, pero yo encantada
le dije que sí. Estaba segura de que llegado el momento, se arrepentiría y
volaría al lado de su mamá como lo había hecho en ocasiones anteriores.
Grande
fue mi sorpresa cuando le vi llegar muy bañado, peinado y perfumado, vestido
con su piyama y calzando sus pantuflas. Aun así seguí sospechando, que pasadas
algunas horas me pediría que lo llevara de regreso a su casa.
Merendamos,
vimos un rato la televisión, platicamos bastante, hasta que consideramos que
era tiempo de irnos a dormir, pero antes de eso, había que realizar el ritual
correspondiente en el que se incluye el lavado de dientes y mi rezo del Rosario de la Confianza. Se quitó sus pantuflas y de un
brinco se colocó en el centro de la cama, en el buró alumbraba la lamparita de
mesa, con una tenue luz que invitaba al sueño.
Ya
con mis piyamas puestas me adentré en las cobijas, me puse cómoda y empecé mi
rezo, de reojo veía como me miraba atentamente. Tan pronto terminé me pidió el rosario, diciéndome que
ahora le tocaba a él rezar. Le di las instrucciones y le recomendé que en cada
cuenta repitiera “Sagrado Corazón de
Jesús, en ti confío”. Se persignó y empezó a pasar las cuentas. Me admiró la
destreza con la que lo hacía. Intrigada me preguntaba ¿Qué estará diciendo que
va tan de prisa? pasados unos cuantos minutos, se persignó y me regresó el
rosario.
Mi
curiosidad fue más fuerte que mi discreción, no pude contenerme. Mientras se
acurrucaba, le pregunté si no se le había hecho complicada la repetición de la
jaculatoria, a lo que me respondió muy satisfecho que el solo había dicho en
cada cuenta “Dios creo en Ti” y cerrando sus ojos se dispuso a dormir.
Me
quedé sin habla, tenía años rezando mi rosario con una jaculatoria un poco
complicada y en unos cuantos minutos mi nieto, percibiendo su esencia la había
transformado. Fue entonces que recordé “Aquel que no se haga como un niño no
entrará en el reino de los cielos”. Palabras de Jesús en las que hace
referencia a ser como niños en el
espíritu, porque si alguien nos da ejemplo de inocencia, sencillez, pureza,
sinceridad y cariño son precisamente los niños. En ellos no se da la doblez,
morbosidad, envidia, que desgraciadamente florece a veces en los adultos. Los
niños conquistan a todo mundo por su espontaneidad e ingenuidad que nace de su
sencillez.
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