Por: Antonieta B. de De Hoyos
Desde
que en un país se permite el juego, éste se convierte en vicio nacional. La
ludopatía es una enfermedad mental de carácter social, que daña a la familia al
alterar la relación de pareja y de padres-hijos. Los problemas económicos
agravan el panorama creando un ambiente conflictivo que imposibilita la
formación de valores humanos y cristianos. Cuando la adicción ya es
considerable se falta al trabajo o se hace sin ánimo, llegando incluso a
delinquir para continuar jugando.
Lo
que más inquieta es la situación del ama de casa. La mujer jugadora que se
dedica a las tareas domésticas, tiene también su ámbito laboral: el hogar. Por
lo regular, el ama de casa está sola, los hijos en la escuela, el marido en el
trabajo, no hay nada que le impida darse una escapada al bingo o a las máquinas
de azar; lo más seguro es que juegue sumas pequeñas de dinero, pero en lo que tendrá
que hacer maravillas es en su trabajo en casa. Por supuesto que la
economía doméstica se merma, a la vez
que la tensión y las discusiones aumentan.
¿Pero
es inmoral para los cristianos? El décimo mandamiento habla sobre la codicia
como raíz de la mayoría de los problemas; es ese deseo por obtener riqueza
pronta y fácil lo que lleva a la gente a estos centros de juego. Los fieles
sabemos que Dios nos da talentos, entre ellos el tiempo y el dinero, y que al
final de nuestra vida Él va a pedirnos estricta cuenta del uso que les dimos.
Los juegos de azar son pérdida de tiempo y a veces dejan ganancia.
Cuando
Tom Dewey era gobernador, se dirigió a la legislatura de Nueva York de la
siguiente manera: “Toda la historia del juego legalizado en este país y en el
exterior muestra que ha traído nada más que pobreza, crimen y corrupción,
desmoralización de los parámetros éticos y morales, y últimamente un nivel de
vida más bajo y de miseria para toda la gente.” Un jugador llega a ser tan
adicto a su pasatiempo como el alcohólico lo es al alcohol y el drogadicto lo
es a las drogas. Lo que no debemos
olvidar es que el tiempo y el dinero pertenecen a Dios, por eso no debemos
despilfarrarlo.
El
Gobernador Washburn de Wisconsin, en su mensaje anual del 9 de Enero de 1873
declaró, “Parece que se requiere una ley para deshacer las escuelas donde se
forman los jugadores, éstas están en todos lados; inclusive la iglesia con
fines religiosos o caritativos organiza loterías, paquetes de premios, etc.,
todos inventados para obtener dinero con el menor esfuerzo. Nada es tan
desmoralizante y envenenador para los jóvenes, como la adquisición de dinero o
propiedad sin trabajar. Con gente respetable involucrada en estos ocasionales
negocios con el pretexto de una buena causa, no es extraño que la juventud del
estado caiga con frecuencia en los hábitos que la excitación de los juegos de
azar engendran.”
El juego es una enfermedad que esclaviza, mi preocupación es el incremento de mujeres jugadoras, nosotros como sociedad tenemos la obligación moral de tenderles la mano…, si queremos equilibrar de nuevo la balanza.
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