Por: Antonieta B. de De Hoyos
Los
problemas y las complicaciones que en la actualidad angustian al ser humano
están rodeados de ruidos estridentes. En la calle, en la casa, en el trabajo,
donde quiera que sea estamos expuestos al ruido y este solo se reduce cuando
nos vamos a dormir. Durante el día, los sonidos externos nos intranquilizan,
por eso cuando llega la hora del sueño, lo único que deseamos es descansar el
cuerpo y la mente.
El
ajetreo de la vida diaria ha devaluado al silencio, a los momentos de paz y de
relajación que ayudan a aplacar los impulsos, terminan con las discusiones
innecesarias, impiden que los conflictos crezcan entre las personas y
en muchas ocasiones, dan solución a verdaderas tragedias. Cuando practicamos el
silencio, conocemos lo más puro de nuestra persona, el “alma”.
El
silencio y el tiempo curan las heridas del alma, si lo practicáramos no habría
tanta gente sufriendo hoy alrededor del mundo, porque el silencio y la
meditación conducen a la paz mental.
Ser
modernos exige vivir en lo exterior: diversiones, viajes, trabajo, cine, radio,
televisión, deporte, fiestas, internet, celulares, mensajitos telefónicos, face
book, chat, twiter y más. Ahora vivimos contra reloj, ignoramos hacia dónde
vamos, nos autodestruimos.
Es
urgente que encontremos unos minutos de silencio antes de acostarnos y al
levantarnos, conocernos a nosotros mismos, saber cuáles son nuestros valores y
principios, aprender a amarnos, para lograrlo tenemos que alejarnos de ese
ruido “infernal” que nos impide pensar. No tengamos miedo al silencio, es un
espacio maravilloso, ideal para escuchar a Dios.
La
persona silenciosa sabe quién es, conoce su historia, da sentido a su vida,
reconoce límites y capacidades; se sabe persona con sentimientos, deseos, amor…se
respeta. Los creyentes sabemos que Dios está en el silencio y que Él es nuestro
cimiento.
La
persona educada en el silencio: no se asusta con nada ni por nada, las cosas no
son su columna vertebral, por eso nunca se tambalea; es profunda, llega al
corazón de la realidad, no se queda en lo que pasa, analiza, ubica y supera el
momento. El silencio no es su escape cuando las cosas van mal, al contrario se
queda silente, necesita oír lo que Dios quiere decirle y que cambiará su
existencia. No hay juicios, se busca la luz que viene de fuera y la iluminación
interior. Es feliz y hace seres felices.
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