15 de septiembre de 2011

Cultura


Por: Rosaura Barahona

Muchos creemos que nuestro mundo individualista y consumista ha contribuido al caos actual. Si antes se veía como normal la diferencia entre los individuos integrantes de un mismo grupo social, hoy uniformar a esos individuos es una manera de asegurarse que habrá menos cuestionamientos y mayor complicidad.

Por eso quienes no tienen como meta primordial hacer más dinero del que necesitan para vivir, son vistos como tontos o conformistas (¿qué será peor?); nunca como personas con una jerarquía de valores distinta a la de quienes marcan la pauta del grupo social con voz y poder.

Los escaladores sociales, viscosos y acomodaticios, son señalados al ser descubiertos. Pero cuando tienen la habilidad de insertarse en el grupo y hacen dinero al negociar, transar o robar, empiezan a ser admirados por su audacia y estatus. Es decir, el dinero, varita mágica, cierra los ojos y los oídos de su círculo de amistades y transforma la acusación original en abierta admiración.

Si bien la clase media y baja son patéticas para la clase alta, parte de esa clase alta resulta patética para muchos de nosotros. Pero convivimos, aunque sea de manera superficial y quizá porque no tenemos otra opción.

De ahí que a muchos nos entristezca que, para ser aceptadas, muchas personas valiosas adquieran una personalidad prefabricada y uniforme. No hacerlo significa la exclusión por algo que se interpreta como un desafío implícito al grupo dominante.

Esas personalidades prefabricadas carecen de convicciones y se hacen para donde sople el viento. Se creen las mentiras inventadas para ellos, mismas que asimilan y transmiten a las generaciones posteriores: "Para ser respetado debes traer un auto de lujo, jugar golf, romper tus lazos con la clase media, hacer ostentación de tu dinero...".

Hablan y se visten igual, vacacionan en los mismos sitios, practican su religión del mismo modo, los atiende el mismo cirujano plástico y el mismo dietista, se pelean por los organizadores de bodas, contratan decoradores para una fiesta, se espantan con las mismas cosas y se sienten fuera de lugar en el Tercer Mundo.

Pero no todo para ahí. La clase media a su vez hace algo similar respecto a la clase media baja y la clase media baja con la baja. Y no vemos la falta de sentido que hay en todo esto.

¿Condición humana? Tal vez, pero no es irremediable. En todas las clases sociales, incluida la alta, hay personas de excepcional cultura, sencillez y calidad humana. ¿Por qué unos cuantos sí se logran y la mayoría no? Entre otras cosas, por algo raro y difícil de definir llamado cultura. Una persona culta tiene una visión del mundo más amplia y profunda y aunque use bolsas o autos de lujo, sabe que nada de eso aumenta su valor intrínseco como persona.

Por eso duele que nuestros gobiernos y algunas universidades sean tan miopes. En cuanto necesitan reducir su presupuesto, el primer renglón que recortan es el de cultura. Sin embargo, si les llegan recursos adicionales, el último renglón que aumentan es el de la cultura.

La gente culta no soporta las obscenidades de Chavana, ni los sinsentidos de los programas de chismes, ni los programas de radio en donde se insulta la inteligencia humana minuto a minuto. Pero nos amparamos en la filosofía de "El Tigre" Azcárraga: si éste es "un país de jodidos", ¿qué más les podemos dar?

No les podemos dar nada si recortamos el presupuesto de cultura. En este Estado ha habido, desde hace mucho, cine clubes en muchas colonias populares, teatro itinerante, circuitos de lectura y escritura en todos los municipios del Estado, clases de muchas cosas para toda la familia, clases por televisión, estructuras remotas para dar oportunidades a quienes nacieron para no tenerlas. ¿Y? Eso no se ve. Y tampoco importa.

Aquí no se comprende el valor de los museos, ni del Centro de Escritores, ni el apoyo a productores de todas las ramas artísticas. ¡Para qué si no obtienen utilidades y en esta Ciudad si algo no genera utilidades pecuniarias no sirve!

Si Cultura ya trabajaba con las uñas, ¿con qué trabajará ahora? Y eso que nuestros gobernantes prometieron apoyar la cultura cuando fueron candidatos.

Y luego nos quejamos de que haya tanto joven delincuente y ocioso.


rosaurabster@gmail.com
 


Publicación autorizada por la autora
Fuente: El Norte

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