Desafortunadamente el mal ejemplo cunde y con mayor rapidez si este mal ejemplo lo presentan figuras públicas o dueños de un cargo que soporte autoridad, máxime cuando con ello además se obtiene ganancia. Digo lo anterior por la postura anti-ética que como sociedad hemos asumido, al tener conocimiento de alguien que incumple un compromiso y ni nos inmutamos.
Todo comienza con pequeñas e inocentes acciones infantiles tales como: no hacer la tarea, llegar tarde, no asistir, etc. Malos hábitos que seguimos desarrollando hasta llegar a la edad adulta, donde no solo incumplimos a nuestros semejantes sino también a Dios, y no porque la carga sea pesada, simplemente por el hecho de haber cambiado de ánimo.
En uno de mis primeros artículos hice referencia a los que se divorcian por “quítame estas pajas” a los pocos meses o, a los muchos años. En aquel entonces, con mi escasa experiencia los tildaba de desertores, eran parejas que lograban lo que querían, pero no hacían lo que les correspondía después de haber pronunciado promesas de compromiso.
Siempre imaginé la vida como un campo de batalla, en el que se debían vencer las tentaciones antes de faltar a la palabra dada, y que dichas experiencias fortalecían el espíritu para superar la adversidad. Recuerdo que mi padre me decía “debes ser como el toro de lidia que se crece al castigo”. Vivir no es fácil, permanecer en pie tampoco. A veces pienso que esas novedosas facilidades que ofrecen gobierno y sociedad para que todos seamos felices, tergiversan el concepto de estancia terrena. Hace casi cuatro décadas que tomó auge el no compromiso, primero lo ejercieron los adultos, después los jóvenes y ahora hasta los niños no toleran compromisos.
Por esa razón, de final de siglo para acá, ya no sorprende ver a un hombre levantar su brazo derecho y jurar sobre la Constitución o la Biblia cumplir y hacer cumplir lo establecido, y que poco tiempo después de marcha atrás y pase la estafeta a un subordinado para que termine lo prometido. En Piedras Negras en esta primera década, ya vivimos dos experiencias de alcaldes que dejaron inconcluso su trabajo por haber contraído otro compromiso (?), acto ofensivo para la noble ciudadanía que les eligió confiadamente.
Anoche a través de un noticiero, escuche de propia voz, que nuestro querido Gober se va, el próximo año tomará otro cargo, dejando inconcluso su compromiso con “la gente”.
Esto quiere decir que muy pronto podremos ver a un presidente de la república retirándose también antes de terminar su periodo. Sé de buena fuente que ya se legisló al respecto, pero entonces como queremos exigir a las generaciones nuevas que cumplan sus compromisos estudiantiles, familiares, profesionales, matrimoniales… si la moda es ¡dejar inconcluso!
Por ahí leí que a Dios no le interesa la primera piedra del edificio que construyes, sino la última.
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