5 de septiembre de 2010

SER MIGRANTE EN UN PAÍS DE HIPÓCRITAS


“Son tres fronteras las que tuve que cruzar 
por tres países anduve indocumentado 
tres veces tuve yo la vida que arriesgar 
por eso dicen que soy tres veces mojado”
Transitar por caminos desconocidos  en países que hablan la misma lengua no es sinónimo de seguridad.
Hombres y mujeres de cualquier edad con un bulto en la mano y el corazón lleno de esperanzas caminan  con el hambre ancestral en busca de un  trabajo que les devuelva la dignidad de seres humanos.
Atrás queda la violencia institucionalizada  por un sistema económico que tiene al Dinero como Dios y niega el derecho  de vivir a los hombres.
Pasos que llevan a forjar caminos de dolor y violación constante de todas las leyes, humanas y divinas siguieron 70 p 76 o90 o miles de hermanos que son vistos como  proveedores de riqueza para las bandas de traficantes de mano de obra barata para  los obrajes del primer mundo.
Saber que esos crímenes también se llevan a cabo en México era una noticia vieja que levantaba  voces de protesta en todos los organismos civiles defensoras de los derechos humanos. Voces que no eran escuchadas por ninguna autoridad tan abocada a defender mediáticamente a nuestros paisanos migrantes, también ilegales, en Estados Unidos.
¿Quién hablará ahora por que se respete la vida de nuestros hijos que buscan el sueño americano y cruzan la frontera?
Las voces de la gente de conciencia deben unirse y  poner un alto a los   criterios racistas en México, a la corrupción, al abuso sistemático de los derechos humanos que obligan a sobornar a las autoridades o sufrir golpiza y retorno forzado a la frontera sur de los migrantes  centroamericanos. Basta ya de de  secuestros y extorsiones por “coyotes”  que le dan el valor de una bala a la vida de nuestros hermanos.
Mientras no se humanice la generación de la riqueza y  el capital sea visto como un medio para proveer satisfactores que  eleven la calidad de vida sin afectar la naturaleza, las migraciones por hambre seguirán existiendo poniendo en riesgo, a la larga, la tan anhelada paz social.
Atentamente
Profra. Josefina Sánchez Ponce

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