2 de mayo de 2010

Primero educar y después legalizar.


Colaboración de; Antonieta B. de De Hoyos

Legalizar o no el uso de drogas, se ha convertido en polémica de manera cíclica, cada cierto tiempo y por convenir así a algunos intereses, los legisladores la dan a conocer. ¿Es realmente necesario despenalizar el uso de drogas en la sociedad? Legalizando su uso diario: ¿Se acabarán las persecuciones? ¿Los asesinatos de civiles inocentes? ¿El enfrentamiento en la vía publica entre militares, policías y rufianes? ¿Las personas dejarán de ser adictos y los que no lo son, no caerán en la adicción?

Dicen los que aseguran saber, que sí: que el costo en dinero y vidas que hemos estado pagando disminuirá, que los secuestros, el asalto en carreteras, el robo en casa habitación, la cuota en los negocios etc. serán cosa del pasado.

Obviamente las opiniones están divididas, la parte conservadora de nuestra sociedad, la de las buenas costumbres, se niega a aceptar este drástico cambio cultural como único recurso para retomar la cordura. Mientras los vanguardistas, los de mente abierta consideran esta situación como parte del progreso, de la globalización.

Lo cierto es que no se necesita mucha ciencia para visualizar el futuro del país, a partir del doloroso presente. Desde finales del siglo veinte y principio del veintiuno hemos sido testigos, gracias al internet, de la manera terrible en que sobreviven las personas del primer mundo como consecuencia de la legalización del uso de drogas, incluido uno que otro clasificado como en vía de desarrollo. Abrir la puerta a la legalización, es tener un control en la compraventa susceptible al soborno, al contubernio y la estafa.

La salud física, mental y espiritual de los seres humanos alrededor del mundo esta quebrantada, pocos son los que luchan por ser mejores personas, conservar un trabajo honrado, ser felices con lo necesario; la excedida promoción a los placeres de la vida sin esfuerzo, nos asfixia.

Desafortunadamente los buenos ejemplos que deben seguir los niños se han esfumado, hoy la corrupción es su meta, el sacrificio no deja nada, el dolor no debe conocerse, todo tiene que llegar fácil y pronto. La vida es para disfrutar si no, deséchala.

Para que la legalización o despenalización del uso de sustancias que altera el organismo sea factible, debemos educar a las generaciones jóvenes para que aprendan a regirse bajo estas novedosas normas.

Primero: educar en la reciedumbre, formar el carácter que controla el temperamento, para ello es imprescindible contar con padres y hogares de calidad. Segundo: instrucción eficaz, un magisterio constituido por verdaderos profesores, casi maestros cuyo corazón misionero enardezca en todos los niveles educativos. Y por ultimo ¡Guías de fe! que con su ejemplo cristiano den a la comunidad la esperanza de un mundo mejor concebido en el trabajo, la oración y el amor.

La lista de propuestas es interminable, pero si nos esforzamos en estas tres, estaremos más protegidos para cuando nuestros ilustres legisladores legalicen los vicios. Para entonces, seremos personas de convicciones firmes, listas para enfrentar la tentación, como Jesús lo hizo en el Monte de los Olivos.

Legalizar antes que educar, si altera riesgosamente el producto.

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