26 de mayo de 2010

Con Él, vamos por la victoria

Por: Antonieta B. de De Hoyos
A lo mejor resulta demasiado romántico, hasta cierto punto cursi, en épocas materialistas como la que vivimos. Pero de todos modos voy a relatarles esta experiencia personal, una de cientos que he tenido el privilegio de protagonizar, hechos sobrenaturales que necesitamos para alimentar el alma y que dejamos de percibir por las prisas y los compromisos mundanos. Afirmo y no creo equivocarme que en la actualidad a todos, sin tomar en cuenta diferencias, nos urge recuperar la sensibilidad perdida y darle de nueva cuenta a nuestro corazón, el calor divino.

Comenzaré por decirles que llegué a donde nunca imaginé que llegaría.., ¡cumplir mis Bodas de Rubí matrimoniales!, cuarenta años de caminar en pareja con la bendición de Dios, reconociendo y a veces hasta olvidando su presencia; sorteando adversidades, sufriendo penalidades, gozando éxitos, superando fracasos, exigiendo torpemente por encima de todo el bienestar económico.

Lo cierto es que, como no somos muy dados a las celebraciones rimbombantes, el domingo 21 de marzo, (nuestro día) decidimos mi esposo y yo escuchar misa a la misma hora y en el mismo templo, donde cuatro décadas atrás, nos habíamos prometido amor y fidelidad frente a Dios. Al llegar al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, antaño considerada orgullosamente por los nigropetenses, como su catedral, nos sorprendió la cantidad de fieles congregados en el atrio y en las banquetas circundantes, esperando turno para entrar.

Como pudimos ocupamos un lugar en la primera banca central. La emoción me embargaba, mi corazón latía aceleradamente. No podía creerlo, ¡estaba ahí!, en el mismo sitio, en el mismo horario, solo que con diferente intención. Ayer, oré pidiendo al Creador su sabiduría para recorrer el arduo y delicado sendero del matrimonio. Hoy, agradeciendo con humildad las bondades recibidas en ese caminar. Jamás imaginé que viviría tan maravillosa experiencia; estábamos uno al lado del otro después de compartir los apasionados años de la juventud, de la madurez, deseando continuar unidos por el sereno espacio de la adultez.

En ese instante me di cuenta de que la misa sería oficiada por dos sacerdotes. Como estaba próxima la Semana Santa; las Lecturas, el Salmo, el Evangelio y la Homilía, fueron mensajes saturados de amor a Cristo, a Dios y al prójimo, parecía como si hubieran sido elegidos por nosotros. Después de la comunión, el sacerdote visitante, cantó para los presentes el Ave María a capela. Ya no pude contener la emoción, mis ojos se humedecieron al recordar que ese mismo canto, pero interpretado por una mujer, estremeció mi corazón aquel día. Mientras esto sucedía se escucharon las campanas repicando también el Ave María. Indudablemente Dios estaba ahí bendiciéndonos de nuevo. Al salir el sacerdote derramó agua bendita sobre los fieles, recibiéndola nosotros sobre nuestras manos entrelazadas. Si alguna duda tenía sobre mi proceder en estos años de matrimonio, con lo acontecido fueron borradas. ¿Que pedí a Dios en esta ocasión tan especial? Salud y sabiduría, para llegar juntos al final.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

HABLEN DE LA VIOLENCIA EN PIEDRAS NEGRAS, HABLEN DEL QUÉ DEBEMOS HACER COMO SOCIEDAD PARA NO VIVIR SECUETRADOS,COMO SOCIEDAD NO PODEMOS PERMITIR EN QUE NOS PAREZCAMOS A CIUDAD JUÁREZ. SALUDOS

Anónimo dijo...

Cuánta dignidad, fe, fortaleza y, sobre todo, amor, se siente en este texto. Felicidades a usted y a su esposo.

Mucho se habla hoy de la crisis de los matrimonios. Yo mismo pasé por uno desastrozo que terminó prematuramente con un divorcio a menos de 3 años de casados; y muchos jóvenes que conozco y que se deciden a dar ese paso vienen y platican conmigo sus planes y sus sueños. Como saben que soy divorciado, y saben de lo desastrozo que fue para mí ese divorcio, me preguntan si casarse es una buena decisión.

Yo les digo que para saberlo deben intentarlo, nadie aprende en cabeza ajena y así como hay casos de divorcio difíciles y hasta trágicos, hay matrimonios exitosos, largos, de años, productivos de amor, dignidad y hasta de riqueza. Siempre termino diciéndoles que más que pedir consejo con los amigos, se detengan y observen los matrimonios de sus padres, de sus abuelos, de esos matrimonios de antes. En esas relaciones y aun en muchas de la actualidad, se encuentran los casos de éxito matrimonial de los que poco se habla y poco se sabe.

Matrimonios exitosos, como el de usted, pueden decir más sobre la realidad y el manejo afortunado de las dificultades en una pareja. Felicidades, de nueva cuenta.

Anónimo dijo...

Mil Felicidades Antonieta por ese aniversario y muy bella forma de expresar la felicidad en el matrimonio como lo describiste.

Si tu marido se llama Luis...entonces somos primos y tu Madre fue la mejor maestra que tuve en la primaria y a quien recuerdo con mucho cariño

Saludos a la familioa desde Atlanta, Georgia en donde vivo desde hace 29 años.

Atentamente,
José gerardo Villarreal Ogushi
jgvillarreal77@aol.com