Los hijos son el tesoro más preciado que tenemos. De eso no hay ni tantita duda. Por eso, utilizando todas las estrategias y técnicas aprendidas en la brega de ser padres, tratamos de que nuestros chav@s vivan su vida de una manera segura, en este ámbito que nos rodea actualmente.
El fin de semana santa, una de mis hijas propuso un punto de acuerdo en mi curul familiar. Su solicitud para ir a vacacionar a unos pueblitos de Zacatecas con un@s amig@s estaba fuertemente soportada por un curriculum personal extraordinario de donde sobresalía el hecho de haber sido siempre una excelente estudiante, una excelente profesionista, la madurez que contrasta con su corta edad, su buena disciplina, su fuerte carácter, el premio a la mejor maestra del año 2009 en uno de los distritos escolares independientes más reconocidos de Texas, una porra ruidosa de amigos y el apoyo constante de su bufete de abogados compuesto por su mamá y sus hermanas. Ante esa temible avalancha de gente y argumentos, el punto de acuerdo no logro concretarse en las primeras audiencias. El argumento del jefe de la tribuna era también fuertemente soportado por las escasas notas periodísticas, avisos de los diferentes consulados de EEUU, correos electrónicos y chismes de café que nos abruman sobre el peligro que el turista enfrenta al viajar por cualquier carretera mexicana y sobre todo, por la vía de Nuevo Laredo a Monterrey por la cual transitaría mi hija y aun mas de Saltillo a Zacatecas que lejos esta de ser confiable como lo promueve nuestro flamante gobierno de la gente.
Tuvieron que correr varias instancias en las cuales la solicitante, acompañada por sus férreos abogados, se hacía presente ante el jefe de curul cuando el menos lo esperaba para insistir en su punto de acuerdo. “No es permiso lo que te pido papá, ya ESTOY GRANDE, lo que quiero es que estés de acuerdo” era de sus argumentos preferidos e insistentes. Para uno, los hijos siempre son nuestros niños y hay que cuidarlos siempre y eso únicamente lo comprenderán cuando formen su propia familia. Y aun así, uno siempre estará apoyándolos y cuidandolos como si aún estuvieran en la primaria. ¿A poco no?
Bueno, pues después de largas y extenuantes sesiones llenas de caras, gestos, berrinches y lagrimas, el punto de acuerdo se logró. No sin antes, la feliz solicitante hubo de haber cumplido con un largo trámite burocratico, compuesto por una sesión telefónica con los jóvenes que iban a manejar por las peligrosas carreteras y dentro de la cual, las recomendaciones y promesas de buen comportamiento del grupo fueron la medula de la plática. Yo no se si aburrí y si atrás de ese teléfono la burla mímica de los jóvenes se haya hecho presente, pero sentí que mis palabras llegaron a las fibras mas sensibles de los que me escuchaban. Si, como no.
A partir de ese momento, lo que para ellos fue pura felicidad, para nosotros fue preocupación constante hasta que regresaron sanos y salvos a su lugar de origen.
Hace días la feliz solicitante subió a una red social las fotografías de su aventura. Que maravilla de provincia tenemos! Que bonitos son los pueblos de Zacatecas llenos de fiesta y color, de gente limpia sencilla humilde y trabajadora que da marco a los pueblos de México. Que padre se la pasaron hijitos (léase con sarcasmo).
Aparte de esa experiencia familiar, lo que me deja esta anécdota es lo siguiente. Nos estamos perdiendo de disfrutar esos pueblos maravillosos, esa cultura extraordinaria, esa gastronomía exquisita, por el temor. Los muchachos, por su naturaleza, dejaron a un lado el miedo y disfrutaron plenamente lo que para el ciudadano común está vedado. Transitaron por las carreteras más peligrosas de México hasta su destino, sin ningún incidente. Ya en Zacatecas, disfrutaron sus calles, sus fiestas, sus corridas de toros, sus charreadas, sus comidas, dulces y bebidas sin ningún temor y con la ilusión de regresar pronto.
Nosotros también tenemos la ilusión de que todo esto cambie. De que seamos libres de transitar por nuestras carreteras, sin llevar al temor como pasajero.
Nos vemos…
El fin de semana santa, una de mis hijas propuso un punto de acuerdo en mi curul familiar. Su solicitud para ir a vacacionar a unos pueblitos de Zacatecas con un@s amig@s estaba fuertemente soportada por un curriculum personal extraordinario de donde sobresalía el hecho de haber sido siempre una excelente estudiante, una excelente profesionista, la madurez que contrasta con su corta edad, su buena disciplina, su fuerte carácter, el premio a la mejor maestra del año 2009 en uno de los distritos escolares independientes más reconocidos de Texas, una porra ruidosa de amigos y el apoyo constante de su bufete de abogados compuesto por su mamá y sus hermanas. Ante esa temible avalancha de gente y argumentos, el punto de acuerdo no logro concretarse en las primeras audiencias. El argumento del jefe de la tribuna era también fuertemente soportado por las escasas notas periodísticas, avisos de los diferentes consulados de EEUU, correos electrónicos y chismes de café que nos abruman sobre el peligro que el turista enfrenta al viajar por cualquier carretera mexicana y sobre todo, por la vía de Nuevo Laredo a Monterrey por la cual transitaría mi hija y aun mas de Saltillo a Zacatecas que lejos esta de ser confiable como lo promueve nuestro flamante gobierno de la gente.
Tuvieron que correr varias instancias en las cuales la solicitante, acompañada por sus férreos abogados, se hacía presente ante el jefe de curul cuando el menos lo esperaba para insistir en su punto de acuerdo. “No es permiso lo que te pido papá, ya ESTOY GRANDE, lo que quiero es que estés de acuerdo” era de sus argumentos preferidos e insistentes. Para uno, los hijos siempre son nuestros niños y hay que cuidarlos siempre y eso únicamente lo comprenderán cuando formen su propia familia. Y aun así, uno siempre estará apoyándolos y cuidandolos como si aún estuvieran en la primaria. ¿A poco no?
Bueno, pues después de largas y extenuantes sesiones llenas de caras, gestos, berrinches y lagrimas, el punto de acuerdo se logró. No sin antes, la feliz solicitante hubo de haber cumplido con un largo trámite burocratico, compuesto por una sesión telefónica con los jóvenes que iban a manejar por las peligrosas carreteras y dentro de la cual, las recomendaciones y promesas de buen comportamiento del grupo fueron la medula de la plática. Yo no se si aburrí y si atrás de ese teléfono la burla mímica de los jóvenes se haya hecho presente, pero sentí que mis palabras llegaron a las fibras mas sensibles de los que me escuchaban. Si, como no.
A partir de ese momento, lo que para ellos fue pura felicidad, para nosotros fue preocupación constante hasta que regresaron sanos y salvos a su lugar de origen.
Hace días la feliz solicitante subió a una red social las fotografías de su aventura. Que maravilla de provincia tenemos! Que bonitos son los pueblos de Zacatecas llenos de fiesta y color, de gente limpia sencilla humilde y trabajadora que da marco a los pueblos de México. Que padre se la pasaron hijitos (léase con sarcasmo).
Aparte de esa experiencia familiar, lo que me deja esta anécdota es lo siguiente. Nos estamos perdiendo de disfrutar esos pueblos maravillosos, esa cultura extraordinaria, esa gastronomía exquisita, por el temor. Los muchachos, por su naturaleza, dejaron a un lado el miedo y disfrutaron plenamente lo que para el ciudadano común está vedado. Transitaron por las carreteras más peligrosas de México hasta su destino, sin ningún incidente. Ya en Zacatecas, disfrutaron sus calles, sus fiestas, sus corridas de toros, sus charreadas, sus comidas, dulces y bebidas sin ningún temor y con la ilusión de regresar pronto.
Nosotros también tenemos la ilusión de que todo esto cambie. De que seamos libres de transitar por nuestras carreteras, sin llevar al temor como pasajero.
Nos vemos…
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