Por: Antonieta B. de De Hoyos
Con motivo del primer centenario del Día Internacional de la mujer, me di a la tarea de investigar sus raíces, fue así como me enteré que este ocho de marzo no fue la primera ni la única fecha elegida y que tampoco lo fue el lugar, ni el año de 1910, cuando se inició este movimiento. Pero lugar y fecha carecen de importancia, si lo comparamos con la gran influencia que tuvo esta nueva ideología femenina, en el estilo de vida de las mujeres de esa época y sus descendientes, tanto a nivel local como internacional. Este cambio de conductas fue radical y abierto, llevaba la intención de que la presencia femenina fuera valorada tanto en el ámbito familiar como en el social. A partir de entonces las mujeres se agruparon; desafortunadamente la diversidad de pensamientos, experiencias y pretensiones provocó fisuras; grietas que aprovecharon los asombrados varones para filtrar nuevas reglas sociales, que en apariencia favorecían y en mucho, a las antaño oprimidas.
Fue así como las pioneras vieron sus metas logradas: la emancipación, romper con ese yugo patriarcal que las paralizaba, dejar de ser un objeto de oferta y demanda en las manos de un padre, hermano, esposo e hijos. Exigir acceso a la educación, obtener un título profesional, oportunidad de trabajo, independencia económica, autoridad para intervenir en asuntos de política, ocupar un cargo público, decidir por sí misma el casarse o permanecer soltera, fueron anhelos cumplidos que nunca se opusieron a sus creencias religiosas ni les alejaron del Plan divino. Por supuesto que su labor se multiplicó, ahora debía conservar la armonía en su hogar y desempeñarse fuera de casa con excelencia y rectitud. Aquí los ideales se dividieron, unas cayeron en la trampa, escucharon el canto de las sirenas, pues al verse complacidas aumentaron sus exigencias, la soberbia y el egoísmo saturó su corazón. Sus ambiciones fueron mucho más que una liberación; exigieron igualdad con el hombre en todas las funciones. Ahí, en ese momento, perdimos el rumbo, nos olvidamos de nuestra misión y empezó una guerra entre sexos que aun no termina.
Se volvió popular el término “equidad y género” lo logrado quedaba atrás, ahora lo que importaba era la igualdad de derechos y obligaciones. Todo dentro del hogar debería ser compartido, comenzando con el cuidado de los hijos, las labores domésticas, el salario, los gastos y, por supuesto las diversiones. Pronto se inventó para esta nueva forma de vida: empleos con horarios compatibles, bares, estéticas y ropa unisex, autos, viajes, sin faltar la promoción a la unión libre, las relaciones sexuales fortuitas, moteles, antros, anticonceptivo y esterilización para ambos sexos, divorcio exprés, sexo entre varios, SIDA, tabaco alcohol, drogas y el aborto por si fallaba la píldora. Toda esta degeneración no estaba en los planes de las pioneras, mujeres conservadoras y respetuosas de la Ley de Dios, muy lastimadas por los hombres, en su integridad física y espiritual.
Las mujeres del tercer milenio ¿estamos todas de acuerdo en estos últimos cambios? ¡Por supuesto que no! Pero la publicidad los exalta y los promueve entre la juventud inexperta que para su infortunio cae en este juego vil y sucio. “Mujeres asesinas”, “Lo que callamos las mujeres”, “Mujer casos de la vida real”, telenovelas, charlatanería de la farándula y demás nos ha confundido, pero jamás convencido de que un error puede corregir otro error. Íbamos bien pero nos cegó la soberbia. Este día internacional de la mujer, reflexionemos sobre la conducta de cada una de nosotras y después de meditar y hablar con Dios, retomemos el camino, no todo está perdido, regresemos al punto donde comenzó nuestro declive y sirvamos de verdadero ejemplo apoyadas en el sacrificio y la oración.
Con motivo del primer centenario del Día Internacional de la mujer, me di a la tarea de investigar sus raíces, fue así como me enteré que este ocho de marzo no fue la primera ni la única fecha elegida y que tampoco lo fue el lugar, ni el año de 1910, cuando se inició este movimiento. Pero lugar y fecha carecen de importancia, si lo comparamos con la gran influencia que tuvo esta nueva ideología femenina, en el estilo de vida de las mujeres de esa época y sus descendientes, tanto a nivel local como internacional. Este cambio de conductas fue radical y abierto, llevaba la intención de que la presencia femenina fuera valorada tanto en el ámbito familiar como en el social. A partir de entonces las mujeres se agruparon; desafortunadamente la diversidad de pensamientos, experiencias y pretensiones provocó fisuras; grietas que aprovecharon los asombrados varones para filtrar nuevas reglas sociales, que en apariencia favorecían y en mucho, a las antaño oprimidas.
Fue así como las pioneras vieron sus metas logradas: la emancipación, romper con ese yugo patriarcal que las paralizaba, dejar de ser un objeto de oferta y demanda en las manos de un padre, hermano, esposo e hijos. Exigir acceso a la educación, obtener un título profesional, oportunidad de trabajo, independencia económica, autoridad para intervenir en asuntos de política, ocupar un cargo público, decidir por sí misma el casarse o permanecer soltera, fueron anhelos cumplidos que nunca se opusieron a sus creencias religiosas ni les alejaron del Plan divino. Por supuesto que su labor se multiplicó, ahora debía conservar la armonía en su hogar y desempeñarse fuera de casa con excelencia y rectitud. Aquí los ideales se dividieron, unas cayeron en la trampa, escucharon el canto de las sirenas, pues al verse complacidas aumentaron sus exigencias, la soberbia y el egoísmo saturó su corazón. Sus ambiciones fueron mucho más que una liberación; exigieron igualdad con el hombre en todas las funciones. Ahí, en ese momento, perdimos el rumbo, nos olvidamos de nuestra misión y empezó una guerra entre sexos que aun no termina.
Se volvió popular el término “equidad y género” lo logrado quedaba atrás, ahora lo que importaba era la igualdad de derechos y obligaciones. Todo dentro del hogar debería ser compartido, comenzando con el cuidado de los hijos, las labores domésticas, el salario, los gastos y, por supuesto las diversiones. Pronto se inventó para esta nueva forma de vida: empleos con horarios compatibles, bares, estéticas y ropa unisex, autos, viajes, sin faltar la promoción a la unión libre, las relaciones sexuales fortuitas, moteles, antros, anticonceptivo y esterilización para ambos sexos, divorcio exprés, sexo entre varios, SIDA, tabaco alcohol, drogas y el aborto por si fallaba la píldora. Toda esta degeneración no estaba en los planes de las pioneras, mujeres conservadoras y respetuosas de la Ley de Dios, muy lastimadas por los hombres, en su integridad física y espiritual.
Las mujeres del tercer milenio ¿estamos todas de acuerdo en estos últimos cambios? ¡Por supuesto que no! Pero la publicidad los exalta y los promueve entre la juventud inexperta que para su infortunio cae en este juego vil y sucio. “Mujeres asesinas”, “Lo que callamos las mujeres”, “Mujer casos de la vida real”, telenovelas, charlatanería de la farándula y demás nos ha confundido, pero jamás convencido de que un error puede corregir otro error. Íbamos bien pero nos cegó la soberbia. Este día internacional de la mujer, reflexionemos sobre la conducta de cada una de nosotras y después de meditar y hablar con Dios, retomemos el camino, no todo está perdido, regresemos al punto donde comenzó nuestro declive y sirvamos de verdadero ejemplo apoyadas en el sacrificio y la oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario